domingo, 19 de septiembre de 2010

El perfecto director del IVEC





El perfecto director del IVEC
¿Cómo debería ser el responsable de este cargo público?

El gran problema de los cargos públicos en nuestro país, tanto en cultura como en otras áreas es, sigue siendo, la elección del director. Cómo dar con la persona adecuada, alguien que no imponga sus gustos, que sepa de arte y que organice adecuadamente las partidas presupuestarias. Un gestor profesional, pero, sobre todo, al margen de los avatares políticos, que no se vea obligado a dejar su puesto con un programa a medias y cuyos proyectos no se pierdan en la burocracia. Que no sea, en ningún caso, un funcionario que sirva al poder.
Tal vez lo más triste de la situación es que estamos perdiendo la oportunidad de proponer. Claro que la respuesta no es sencilla, depende de nuestra capacidad para analizar. Por eso he invitado a reflexionar a los que realmente saben, a los expertos, intelectuales, académicos y artistas: Omar Gasca, Roberto Santa Anna, Celia Álvarez, Roberto Rodríguez y Maliyel Beverido. Mientras Emilia Bellon nos devela las imágenes del hipotético funcionario. Todos aportaron con libertad e independencia, el buen ser y hacer del perfecto director del IVEC.
Omar Gasca
Un director del IVEC o de cualquier institución oficial dedicada a la cultura –universidad, facultad…– debería tener algo como la soldadura: estaño y cobre o estaño (que, además, ojo: no se oxida fácilmente) y plomo, para fundir en una sola cosa el ser y el deber ser.  Porque no somos ingenuos: es un puesto político y, como tal, está inmerso en esa praxis y en las dinámicas propias de ella.  En principio, nadie debería aceptar hacer lo que no sabe hacer o, en todo caso, delegar a delegables y delegados aptos, honestos y dispuestos.  Lo ideal: alguien con profunda conciencia histórica, social y cultural, con una filosofía de la cultura, con una visión de nación, con una visión a corto y largo plazos; con objetivos y metas precisos; con estrategias, con habilidades administrativas y creativas; con experiencia, con pudor, con amor por su país y su gente (amor propio y ajeno); con amor a su trabajo, con métodos de trabajo, con respeto por el trabajo y las ideas de los otros; con planes, programas y proyectos pertinentes; con vocación para aprender y actualizarse; con vocación de servicio; con vocación para interpretar que la cultura sirve para un carajo si no produce dignidad y reflexión y si no propicia el mejor devenir de la sociedad; con humildad para preguntar cuando no sabe y con  valor para decir no cuando pretendan imponerle decisiones contrarias al juicio.  Y, por supuesto, con un proyecto, un plan operativo posible, viable, factible, adecuado, oportuno, acertado, financieramente honesto, cimentado en intenciones objetivas que por una parte se orienten a cultivar y cosechar los cultivos (cultura= cultivo) y por otra expresen las bondades que representa el privilegio de ser un servidor público al margen de las ferias de vanidades y trivialidades que, además, siempre son efímeras.
Roberto Santa Anna
A mi parecer, un hipotético director del IVEC, debería cubrir las siguientes características.
Estar relacionado con alguna de las actividades básicas de las artes, esto es en la producción, en la distribución o el consumo (esto último, el que al menos sea un buen apreciador de las artes). Debería entender, conscientemente, el papel que juegan las artes en el ámbito de la cultura como productos que exteriorizan la riqueza simbólica-identitaria de las comunidades. Más que preocuparse por festivales de relumbrón, destinar gran parte del presupuesto en apuntalar las casas de cultura de todos los municipios del estado. No orientar sus trabajos en satisfacer los caprichos del gobernador en turno ni del círculo que rodea a éste.
Celia Álvarez
Debe ser una persona con auténtica vocación, públicamente comprometida con la actividad cultural, sensible a ella. No forzosamente un intelectual, pero sí alguien vinculado con la música, las artes plásticas y visuales, danzarias, escénicas y literarias, con el arte popular y las lenguas autóctonas. Un gestor eficaz, respetuoso del quehacer individual y colectivo, con iniciativa, capacidad de diálogo y mediación para establecer sinergias; decidido a apostar por el talento y atender las necesidades de los creadores de todas las disciplinas. Alguien que esté dispuesto a trabajar por la dignificación de la labor del artista, para que éste pueda ofrecer sus productos a un público persuadido de que el arte nos hace mejores, y la cultura ofrece legítimas posibilidades de crecimiento a pueblos y naciones. En suma, debe ser alguien capaz de valorar la cultura como un derecho ciudadano inalienable, igual que la educación y la salud, hacia una sociedad más justa.
Roberto Rodríguez
Me parece que el futuro director del IVEC debe ser una persona con múltiples cualidades para que pueda, no sólo administrar este enorme aparato cultural, sino tener un proyecto viable y acertado. Que permita mantener lo existente y además crear nuevos espacios dignos y profesionales. Hemos visto cómo otros estados han avanzado en la formación de centros importantes de difusión cultural pero Veracruz se ha quedado al margen. El futuro director, debe tener planes, programas y estrategias para saber que se quiere, cuándo y cómo. Entender que un puesto de esta naturaleza no es para llegar al poder, sino como todos los cargos públicos, se trata de servir y no de servirse. El futuro director del IVEC debe desempeñar su labor con profesionalismo y colocar a las personas indicadas para cada área, que sean profesionales y no sólo para pagar favores. Poner a los más informados y más sensibles a las críticas constructivas.
Maliyel Beverido
El perfecto director del IVEC ¡es un traductor!
A lo que me refiero es que el personaje para este cargo debe manejar varios “lenguajes”, ser un excelente mediador. No es indispensable que sea artista (como tampoco es indispensable que no lo sea), pero si debe entender y manejar la diversa expresión de los artistas. Debe igualmente poder comunicarse, sin someterse a ellos, con los medios políticos y empresariales. Y finalmente entender que “el público” no es una masa amorfa sino un conjunto de segmentos de población con intereses y expectativas distintas. Para ello, además, debe saber rodearse, tener un equipo tan variado como sólido, pues no podrá llevar sobre sus únicos hombros el proyecto cultural de todo el estado. Y su primera misión sería redefinir y precisar públicamente sus funciones, el propósito del instituto, sus límites y alcances, así como sus estrategias, para que sus interlocutores sepan sin lugar a equívocos con qué y con quién cuentan.
A partir de lo señalado por Gasca, Santa Anna, Álvarez, Rodríguez, Beverido y de las imágenes de Bellon, queda claro que la decisión de quien debe dirigir el IVEC no debe ser un asunto meramente político. Al director del IVEC no se le debe nombrar nunca por afinidad política, simpatía o conveniencia personal. No deberían de llegar a este puesto personajes sin preparación cultural, pero tampoco está garantizado que alguien sólo con oficio cultural sea capaz de orientar adecuadamente esta tarea. Por ahora para mí, la mejor solución es abrir la amplitud de los debates con la idea de resistir y poner un granito de arena para hacer valer nuestro derecho a disfrutar de una política cultural de avanzada y de calidad. Lo malo, en definitiva, no es la ambición de algunos políticos sino su estrechez de miras.
Manuel Velázquez
Septiembre 2010

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