miércoles, 21 de diciembre de 2011

La escultura en cerámica en Veracruz



La escultura en cerámica en Veracruz

Entre las múltiples manifestaciones del arte veracruzano, la escultura en cerámica afianza una de las más importantes aventuras estéticas del siglo XXI. El despliegue multidireccional de la cerámica, como un lenguaje heterogéneo de límites desdibujados y amplios en el cual el barro es herramienta, soporte y espacio; refuerza la mezcla de viejas y nuevas prácticas artísticas. La escultura en cerámica permite a los artistas ligar pasado y presente, como un acontecimiento íntimo pero también de desplazamientos: de indagación en lo público y lo privado, de recuperación de lo propio y de nostalgia por la naturaleza. Surgen así, una serie de propuestas que desde perspectivas diversas, arman un lenguaje visual pleno de significados y lecturas sugerentes.
 La cerámica, particularmente en Veracruz, constituye un territorio, un espacio donde se desarrolla una pluralidad de artistas que responden a diversas maneras y modos de producción. No hay rutas únicas, ni alguna que predomine nítidamente. No existe un “estilo” en el cual la totalidad de creadores pueda reconocerse, dándole un dirección única a ésta practica, más bien, coexisten "propuestas diversas" que se contraponen en torno a cómo procesar y darle sentido a los discursos artísticos dentro de los nuevos movimientos en México, que buscan alternativas a la propuesta de homogenización de los centros culturales. La cerámica adquiere aquí un carácter móvil, multidisciplinario y mixto; en consecuencia, el artista puede incorporar medios y lenguajes globales con contenidos locales, conectados con la memoria cultural y con deseos propios, es decir, puede utilizar signos globales para nombrar significados locales.
La escultura en cerámica es una manifestación artística de alta complejidad; quizás, entre las expresiones de las artes visuales, es una de las que más férreas ataduras técnicas y conceptuales debe superar, lo cual se torna particularmente difícil en un ámbito como el nuestro, donde las renovaciones estéticas no pueden apelar a las sofisticadas aplicaciones tecnológicas que acompañan o que se propician en otras latitudes sino que por el contrario, tienen que aferrarse a las bondades de la “tradición” a las potencialidades semánticas de los materiales y a la hondura metafórica de los discursos artísticos. De ahí que la escultura en cerámica, en tanto proceso de renovación artística, está marcada por la necesaria expansión del lenguaje artístico de la periferia.
La escultura en cerámica en Veracruz se caracteriza por una vocación identitaria fuertemente comprometida con el reconocimiento de su contexto geográfico, de su memoria, de su presente histórico y su legitimación como territorio cultural “alterno” al centro. Estamos en presencia de una técnica que amalgama el presente con la más ancestral de las tradiciones de la escultura en nuestra región. De esta manera, la escultura contemporánea en cerámica no desdeña la continuidad de sus raíces, al tiempo que apuesta por su necesaria renovación.
En la escultura en cerámica de Veracruz el pasado no ha dejado de erosionar las pretensiones de ruptura absoluta de la modernidad. Lejos de cualquier nostalgia o mimetismo fácil; la obra de muchos de los artistas veracruzanos surge de una reflexión comparativa sobre los modos de significar y ritualizar lo que construimos, de un manera ni repetitiva ni folclorizante. Los artistas no se fugan de un presente inhóspito; quieren incorporar la densidad de la historia a la mirada contemporánea. El retorno a los orígenes premodernos como recurso para descentrar y diseminar la mirada actual.
Cuando reflexionamos acerca de las particularidades del arte realizado en los últimos años, no deja de asaltarnos una sensación de incertidumbre. Somos espectadores de una época que se nutre por impresiones que, como tales, pasan rápidamente, dificultando a veces su análisis. Nos movemos en un espacio de contornos poco definidos, en un área fronteriza donde los límites suelen no ser precisos y los acontecimientos se suceden en forma vertiginosa. Vivir en la "época de la globalización", genera el temor de que se consolide una cultura internacional homogeneizada, tendencia que impediría desarrollar tradiciones e historias locales que siguen siendo reservas de identidad.
La homogenización asimilada a ciertos lenguajes contemporáneos, propicia una forma de arte en la que muchas veces no tiene cabida lo que se hace fuera de los centros emisores. Las áreas “periféricas” son observadas con sospecha cuando se apropian de tales recursos y se las ve como imitadoras de un lenguaje que no les pertenece. Parecería que deben exagerar sus rasgos particulares, aumentar el exotismo, para ser auténticos. Ello incide en la actitud de muchos artistas veracruzanos, quienes deciden darle otra mirada a la historia cuyo campo de análisis se ha vuelto a abrir. La experiencia del arte contemporáneo en Veracruz, lleva a enfatizar las identidades en los procesos de construcción activa del arte, mediante la apropiación, la integración y la continuidad de las tradiciones.
La escultura en cerámica en Veracruz, está siendo usada como paradigma del actual concepto dinámico de la identidad cultural. En general la reflexión entorno a la identidad pasa por renombrar y resignificar la realidad desde un cuestionamiento al propio lenguaje establecido de la cerámica. Es larga la lista de artistas que podríamos mencionar trabajando en esa misma dirección, con la particularidad de que varios de ellos realizan al tiempo contribuciones en el campo de la técnica de la cerámica, como representantes de una fuerte tradición. Claro ejemplo de esta afirmación son los trabajos de Maite Rodríguez, Marta Ovalle, Joel Rojo, Margarita Chazaro, Teresa Gómez, Tomas Owen, Leonor Anaya, Laura Beverido, Isabel Lasserre, Emma Luisa Lucero, Dora Nelly Gómez, Elsa Naveda, Roberto Rodríguez, María Luisa León, Aída Aguilera, Rocío Sagaón y Mariana Velázquez, son creadores que propician nuevas miradas al arte contemporáneo de Veracruz desde la escultura en cerámica. Dichas miradas se comprometen de distinta manera con su entorno, poniendo en evidencia las particularidades regionales y la manera como cada artista las observa.
 Repensar la cerámica, proyectarla al presente, es un recurso que ha servido como base para el análisis de una identidad que no pretende ser un todo coherente, sino que es el escenario de diversas memorias y proyectos colectivos e individuales, con el reconocimiento, de que en general, los proyectos cambian con el tiempo, hacen crisis, se modifican o son abiertamente rechazados. En términos temáticos, la mirada de estos artistas se centra en rasgos y aspectos esenciales de su entorno. La flora y el paisaje constituyen algunos de los motivos recurrentes del quehacer escultórico local. Mientras que en el orden técnico, los creadores optan por la franqueza del procedimiento y abrazan la práctica de la cerámica como un rasgo distintivo.
Las peculiaridades del desarrollo político, social y económico de nuestra región, no podían dejar de incidir en la manera de hacer arte. Reflexionar sobre su realidad les da a los artistas argumentos y alternativas para concebir el hecho artístico. Y cada vez más éste es visto como un significativo recurso para la transformación de la sociedad. En sociedades como la nuestra se asume el arte como principio de identidad. Sin embargo para jóvenes creadores como Abel Zavala, Daniela Solís, Nicolás Ramírez, Luciano Molina, Renata Cassiano, jerónimo Morquecho, Constantino Méndez, Artemio Mendoza, Silvia González, Rabí Montoya, Marisa Lomán, Emma Cuellar, Berenice Beaven, Luis Ramírez, Belén Hernández y Efraín Gonzales ya no se trata de identidad sino de identidades. El trabajo de estos creadores no trata de describir el entorno sino de problematizarlo, volviendo a pensar ciertos supuestos, reformulando códigos, usando la heterogeneidad como una estrategia recurrente. Los jóvenes artistas usan elementos formales, valiéndose de ellos no sólo para producir imágenes, sino para reconstruir y comprender su universo propio.
La renovación de la escultura en cerámica en Veracruz, es un proceso de largo aliento que se ha fortalecido en la primera década del siglo XXI, dando pasos progresivos hacia el cuestionamiento de la cerámica asociada simplemente con practicas utilitarias. Si tales situaciones fueron evidentes a fines de los sesentas o en los tempranos setentas, la tendencia a profundización en tal problemática fue creciendo. El progresivo cuestionamiento de las posibilidades semánticas de la cerámica, como materia y soporte del arte, produjo a una nueva visión del arte producido en Veracruz, que lejos de marginarse del centro, toma un papel más activo. Este enfoque representa un cambio radical, se trata ahora de privilegiar la intención y el concepto. El tiempo, el lugar y el contexto le agregan a la practica escultórica un enorme significado. La separación de un recetario ideológico y estético que se afirma en la existencia de modelos homogeneizantes, abrió el camino para nuevas búsquedas que se enfatizan en una resemantización de la cerámica como lenguaje heterogéneo, dinámico y flexible, en la cual el artista veracruzano maneja dos relatos paralelos: el que le aporta la historia y el que él construye con su obra
Gustavo Pérez, es uno de los artistas que más a aportado a la practica de la cerámica no sólo en Veracruz sino a nivel nacional e internacional, es uno de los máximos exponentes de la cerámica en México. La huella del torno es notoria en cada una de sus obras. La cerámica adquiere en él un matiz técnicamente impecable. El carácter técnico y conceptual de cada una de sus obras se ha intensificado en el uso del torno como herramienta básica. La reformulación de la vasija es el camino que este escultor escoge para lanzarse a la conquista del espacio. Ángulos, rectas, curvas y figuras geométricas acompañaran a cada pieza.
Para Gustavo Pérez el barro es su propio escenario; es el espacio inagotable y es el proveedor constante que cada día le ofrece un verdadero desafío. Sus manos apoyándose en cada pieza van recogiendo imágenes y materia, encontrando en el barro el mayor atractivo para la creación. Las piezas se ablandan, se aflojan, se retuercen, se alargan y se ensanchan frente a la mano y la mirada de Gustavo Pérez. A cada pieza les inyecta creatividad y los convierte en objetos de arte, alejándolos definitivamente de lo utilitario y lo cotidiano.
De esta manera, este "maravilloso laboratorio de imágenes" que ha sido la practica de la escultura en cerámica en Veracruz, se enriquece precisamente por la multipolaridad de sus componentes y creadores. La necesidad de definir su espacio en el arte mexicano, lleva a la inquietud de documentar este proceso, ya sea como testimonio o para incorporar una base histórica a la investigación artística como forma de conectarse con lo colectivo. Para ilustrar este proceso se realiza el Tercer Coloquio Internacional de Escultura en Cerámica como una muestra altamente representativa del quehacer escultórico de esta región, tan poco valorado entre nosotros mismos.
Con un aire festivo, este Coloquio Internacional de Escultura en Cerámica permite reordenar, según su propio filtro y singularidad, la riqueza de las propuestas de los creadores veracruzanos. Este evento es trascendental debido a que permite el intercambio de información con artistas de diferentes partes del mundo, dando lugar a debates y reflexiones, motivando la búsqueda de mayores posibilidades en cerámica escultórica, con el fin de insertarla en un contexto internacional. Se trata de un espacio de reflexión y análisis que favorece el desarrollo y consolidación de la escultura contemporánea en Veracruz.
La escultura en cerámica así como cualquier otra manifestación artística, tiene que pensarse. Su discurso habrá que construirlo desde una perspectiva que por un lado reconstruya su historia y por otro, que edifique sus cauces actuales a través de un concepto ampliado que exige hoy día cualquier manifestación artística para su adecuado estudio e interpretación. La cerámica veracruzana atraviesa uno de los momentos más saludables de su de-cursar, poniendo a prueba su capacidad de desplazamiento, en plena sincronía con su vocación identitaria y sentido renovador. La escultura en cerámica debe ser pensada por nosotros mismos, para la cabal comprensión de nuestra dimensión artística.

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