lunes, 14 de julio de 2008

Imagenes lo sagrado y lo profano

Coyote gente luna, mixta sobre madera, 122 x 160 cm, 1994
Infiernillo, mixta sobre madera,122 x 122 cm, 1994



Solo Dios salva, mixta sobre madera, 140 x 122 cm, 1994





Todo mi ser te llora, mixta sobre madera, 160 x 122 cm, 1994



“ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA RELACION QUE EXISTE ENTRE LA SOCIEDAD Y SUS ARTISTAS”


MANUEL VELÁZQUEZ
FAC. ARTES PLASTICAS, UV.
XALAPA, VERACRUZ, MÉXICO.
30 DE AGOSTO DEL 2005
un hombre laberíntico jamás busca la verdad,
sino únicamente su Ariadna.
Nietzsche.


El tema de esta plática es intentar aclarar algunas de las relaciones existentes entre la sociedad y los individuos responsables de la creación de las obras de arte. Primero quiero decir que: consideramos con mucha facilidad al arte como un fenómeno acabado y definido, siendo por el contrario complejo e inacabado. Hay que tomar en cuenta que en su devenir, el arte, ha tenido diversas maneras de expresarse y de representarse, lo que hoy llamamos arte en el pasado no lo fue y en el futuro, seguro, no lo será. Por lo que la comprensión de las estructuras antiguas y actuales requiere de un enorme trabajo individual y social.
El arte como fenómeno social construye las capacidades de comprensión que conforman y sostienen nuestras facultades de memoria, razonamiento e imaginación. Por eso una sociedad sin arte es una sociedad incompleta, tanto en la expresión de pasiones creativas como en la conformación de documentos de cada circunstancia histórica.
El arte atiende a lo personal tanto como a lo social y por ende establece un vínculo entre el individuo y la sociedad. Las necesidades sociales de la disciplina artística son hoy tan fuertes como en épocas anteriores, sólo que ahora la trama social es de alta complejidad. En lo personal, el arte permite expresiones íntimas, exteriorización de miedos, angustias, salidas extemporáneas, reflexiones teóricas, investigaciones diversas o desarrollo de técnicas y materiales. En lo social, como voz de su entorno, el artista expresa esas mismas circunstancias de y para sus congéneres, en ocasiones anticipando lo que será luego verbalizado por noticiosos, sociólogos, sicólogos, analistas, políticos o historiadores.
Existen por lo menos tres términos que conviene tener presentes en el establecimiento de las relaciones entre arte y comunidad:

1) estabilidad: es fundamental para la continuidad de cada cultura.
2) Decadencia: es un fenómeno característico de toda cultura en apogeo; llega irreversiblemente manifestando el desgaste natural al que no se puede escapar.
3) Avance: es una especie de movimiento de separación que se ejerce desde un individuo y desde una comunidad, viviendo en el presente a la par que con la mirada puesta en el futuro, sin desconocer el dolor de los cortes, de las separaciones, pero vislumbrando la posibilidad de un camino diferente.

¿Cómo se relacionan estos aspectos con el arte? El arte es un mecanismo que permite al individuo-sociedad mantener las bases históricas, al mismo tiempo, que también permite incorporar la visión actual y los elementos necesarios para vislumbrar el futuro. Pero ¿Cómo es posible esto? El arte adopta variadas formas dependiendo de los diferentes entornos sociales, históricos y naturales, de los cuales surge. “Reconocemos muchas formas artísticas del pasado. Todas ellas surgen con relación al entorno en el que fueron construidas. Para explicar su desarrollo, podemos explicar la relación entre el arte y el paisaje natural o el arte y las ideas religiosas o filosóficas de su época. Pero también podemos hacerlo en el sentido contrario, es decir: explicar una sociedad o entorno natural a partir de analizar el arte que han generado”
[1].
En Japón, por ejemplo, “el jardín es probablemente una forma de arte viva
[2]”, simboliza la relación de una persona con una realidad superior: los japoneses desarrollan sus jardines a partir de la filosofía Zen, tratan que éstos tengan una apariencia “natural”, pero todo es intencional; están elaborados a partir de sutiles valores de armonía y tranquilidad. Componen con estos elementos: rocas, caminos, estanques, cascadas y árboles. Estos jardines invitan a la contemplación y la meditación; en contraparte, los jardines franceses o ingleses son de otra índole, lucen solemnes, rígidos y formales; son construidos bajo otra mirada del mundo y del arte. Ahí, el orden tiene otro valor; es importante resaltar el dominio del hombre sobre la naturaleza: las formas geométricas nos hablan de una cultura que valora el orden y la composición, entendiendo ésta, como una entidad superior que se superpone a la naturaleza, dominándola.
Lo natural representa para ellos el estado primitivo del hombre; la geometría representa al ser humano en dominio de todas sus facultades y del mundo.
Otras formas de arte, más tradicionales nos dan una pista sobre el mismo asunto. Las esculturas fetiches del congo en África, por ejemplo, están erizadas de clavos, tienen un aspecto feroz, para nosotros, pero sin embargo, tienen un sentido diferente para la sociedad que las produce: se dice que los clavos los introducen diferentes personas a lo largo del tiempo, como símbolo de acuerdos o soluciones a disputas.
Los africanos piensan que el fetiche tiene el poder de castigarlos si se rompen los pactos: las esculturas encarnan un poder con alto valor social.
La escultura religiosa cristiana encarna un poder diferente. Realizada en un principio para catequizar o educar a los impuros, cobra para la comunidad el valor de la imagen que representa. Realidad y símbolo se funden en un todo inseparable; la imagen del santo que representa es el santo mismo, con el mismo poder de curar o castigar, adquiriendo para su comunidad un valor insospechado. Las imágenes de cristos sangrantes en el barroco mexicano y la Virgen de Guadalupe son símbolos vivos de nuestra mexicanidad. El arte es en este sentido “La expresión de la vida de una comunidad”. Ya afirmaba Danto que el arte: es un símbolo que está en lugar de una realidad social, natural o imaginaria. Pero, ¿qué sucede con formas artísticas más contemporáneas? En la modernidad se afirmaba que “la cualidad estética es la misma para griegos, chinos, americanos y todo el mundo”
[3]. Ahora sabemos que esta afirmación está un poco desenfocada; nuestra época nos permite ver otras posibilidades.
La concepción que hoy tenemos del arte es muy distinta a la que tenían otras sociedades anteriores. Han cambiado los propósitos, los medios y los resultados, porque las sociedades son diferentes y, sin embargo, ambas producciones quedan comprendidas en el fenómeno permanente que denominamos arte. ¿Por qué pasa esto? Porque la función última del arte sigue siendo la construcción simbólica de la realidad. Hasta hoy no se ha modificado esta función: “los artistas construyen representaciones sensibles del mundo real o de mundos imaginarios, que incitan a los demás a crear una realidad distinta para sí mismos.”
[4]
De esta manera se cierra el círculo hermenéutico: el arte crea un símbolo sensible, indisoluble en su forma y contenido, que está dirigido a una comunidad que se ve afectada por la simbolización, que a su vez se ve afectada por la comunidad.
¿Cómo sucede esto? La realidad es una construcción social: el artista crea a partir de esta construcción, acaparando una porción del discurso comunitario, pero con necesidad de emisores y receptores. Así, el arte y la comunidad se complementan. El arte es cultura y la cultura se hace comunitariamente.
Accedemos así a un aspecto al que quiero referirme: “la filiación cognitiva del símbolo artístico”. Decíamos que “el arte es cultura y la cultura se hace comunitariamente”; así, tenemos que el símbolo artístico está construido a partir de un discurso comunitario y que el mismo es parte de ese discurso; es decir, está destinado a la interpretación. No es que la admita, se trata de que el símbolo artístico existe ante todo para ser interpretado; “en la interpretación cumple su función
[5]”.
La finalidad de la interpretación artística es la de proporcionar un conocimiento sensible del entorno natural-social, no sólo remarcándolo o enmarcándolo sino transformándolo en discurso expresivo. Así el símbolo artístico se diferencia de otros, al ser un símbolo sensible, que transmite conocimientos pero dentro de un discurso expresivo.
Así se cumple la filiación cognitiva del símbolo artístico, enriqueciendo el discurso de una comunidad, permitiendo la conexión entre el uno y la sociedad. Genera también la creación de influencia y reflexión acerca de la perduración, la decadencia y el avance.
Las artes actúan como agentes de creación, interacción, definición, apertura y síntesis de la vida de una comunidad, articulando el lenguaje del entorno natural-social y del espacio interior del artista, a la par que relaciona ambos. El arte ha sido en la sociedad crónica, testimonio de la sicología del autor, exploración de tradiciones culturales, critica política, invención, renovación estilística, distracción medio de comunicación, expresión, decoración, terapia ocupacional y lenguaje, entre muchas cosas. El arte es indisoluble de la práctica social, funciona como catarsis y sublimación individual; como experiencia compleja, integral, informativa, recreativa, placentera, intelectual, y lúdica. Como medio de comunicación y sublimación de valores, ideas, técnicas, mitos, tradiciones y conocimiento (que el artista comparte con sus semejantes)
Dentro de estas relaciones en su libro Introducción a la creatividad Juan Acha establece tres factores que influyen y repercuten en la sociedad y en la producción artística,
Según la sociedad en que se lleva a cabo, la producción artística es afectada por tres poderes que hasta hoy rigen toda sociedad humana occidental: el poder político, el poder económico y el poder ideológico.
El sistema artístico al que pertenece la obra es afectado por la compleja red de relaciones que unen a mercaderes, artistas, críticos, coleccionistas, expertos, intermediarios y el juego del valor y del contravalor de los precios de oferta y demanda.
El individuo que la produce está afectado por su desarrollo sensorial, afectivo y cognitivo, además de sus características étnicas, educativas, su situación económica, las experiencias de vida, la religión, su personalidad, etcétera.
Otro de los factores es observar al arte como parte del desarrollo de nuestras vidas para integrarnos a una comunidad, así como para afirmar una identidad cultural, Queda por resolver una cuestión, para la cual aún no tengo una respuesta definitiva ¿Qué sucede con el arte contemporáneo? Decíamos que “el arte es un producto comunitario con necesidades de emisores y receptores” pero, ahora tenemos obras cada día más complejas y confrontativas, con públicos más pequeños y especializados, se dice que alejados de la sociedad en general ¿Cómo es posible esto? ¿Se ha perdido la función última del arte? ¿Es acaso el fin del arte como lo conocemos hasta ahora? ¿O estamos ante un fenómeno demasiado nuevo como para poder entenderlo en toda su complejidad? Sin duda las respuestas a estas cuestiones superan lo que en este momento y espacio podemos afirmar, pero es importante comentar que “el arte es lo que ha llegado a ser” como afirma José García Leal, en su libro Filosofía del arte. Y esto que “el arte ha llegado a ser” es posible gracias a que existen las condiciones históricas y sociales que lo hacen posible.
Uno de los propósitos del arte de nuestro tiempo es: intensificar nuestra sensación de existir, no solo aquí y ahora, sino también como parte de un continuo de tiempo y tradiciones
[6].
Pienso que nuestro sistema educativo puede constituir, un instrumento que nos permita entender la trasformación de la sociedad y el arte. Puede ayudarnos a ver los roles y las funciones del arte a través de las culturas y el tiempo. Así podemos apreciar que el arte socialmente construido puede ser, continuidad y estabilidad de una tradición , medio para la reconstrucción social, modelo para enaltecer y enriquecer nuestra cultura, celebración y disfrute estético, ornamentación, registro de la historia, ritual, medio de expresión y emoción individual, logro técnico y nivel social.
En el pasado la educación convencional se regía por el ideal de “eficiencia”. El desarrollo universitario debía traer consigo una mayor capacidad de aceptar y plegarse a la disciplina marcada por el maestro, es decir: la educación reflejaba todavía la idea de discípulo y creador. En la nueva escuela “moderna”, en cambio, se estimulaba al espíritu creativo; influenciada por el psicoanálisis, se alentaba a “inventar la expresión del yo”, ignorando patrones impuestos desde afuera. Así el artista creaba a partir de su singularidad para sí y solo para sí; el arte se miraba a sí mismo en la idea del “arte por el arte”.
El culto al arte, el arte como experiencia de unos pocos, resultó indispensable para la cultura moderna occidental, pero resultaba inaceptable para la vida social, ya que alejaba al arte de los hombres y mujeres comunes y de la posibilidad de ser un instrumento para alcanzar los fines de una colectividad. Este es el pensamiento en que se sitúa la nueva escuela posmoderna y multicultural: la idea de que el arte vuelva a ocupar un lugar como instrumento vital de la sociedad. Si todo esto se podría expresar de manera tradicional, enseñar de forma tradicional, ¿por que reflexionar acerca de cambios? Porque los métodos conocidos no alcanzan a expandir la enseñanza en un mundo que ha agotado la capacidad de asombro y de dolor. Tal vez, incursionando por nuevos caminos se alcancen otros grados de expresión que den paso a la reflexión del mundo en que vivimos. En nuestros días, no solo hay cambios tecnológicos sino de otros ordenes, el lenguaje también ha sufrido cambios y hay cantidad de vocabulario e ideas nuevas que incorporar a la practica académica.
La posmodernidad ha desmontado los andamios ideológicos de la modernidad, replanteando lo universal, lo urbano, lo tradicional, lo original, lo artístico, lo comercial, entre otras ideas, revalorando todo aquello que Canclini llama culturas híbridas, es decir, la mezcla y entrecruces de todo esto.
La deconstruccion nos permite tener, un punto de vista diferente, en la proyección del análisis de la disciplina, y ha constituido un elemento fundamental en el estudio de los nuevos lenguajes artísticos.
El término “deconstrucción” fue acuñado por el filosofo Jaques Derrida para describir un “método” de lectura en el que los elementos son expuestos para contradecir y socavar cualquier interpretación fija. Aunque Derrida concibe la deconstrucción como una manera de leer escritos filosóficos, ha sido empleada también como método analítico en la literatura. Por añadidura el procedimiento ha sido aplicado a las artes visuales, la critica de arte y la educación artística.
Así la deconstrucción ha ganado un espacio en la nueva escuela contemporánea, ya sea moviendo a estudiantes y maestros a “buscar un contenido dentro de otro, disolver una interpretación en otra o construir una obra en otra”, permitiendo tomar prestadas y modificar imágenes de la cultura actual, privilegiando los nuevos medios tecnológicos.
Pero la deconstrucción no sólo nos permite ver oposiciones y yuxtaposiciones en una obra de arte, sino, también, nos posibilita leer el currículo escolar descubriendo oposiciones o focos de conflicto que pueden convertirse después en tema de estudios, como por ejemplo: profesor-estudiante, moderno-posmoderno, naturaleza-cultura, forma-contenido, masculino-femenino, individual-grupal, etcétera.
Los nuevos tiempos, traerán consigo cambios radicales en la producción, distribución y consumo del arte, moviendo los lenguajes artístico a nuevas y más variadas formas de hacer arte, haciendo al creador menos especializado y mas atento al trabajo transdisciplinario y al uso de nuevas tecnologías y lenguajes como la fotografía digital, el video, la instalación, el performance, el arte objeto, entre otros, además, se percibe la urgencia por transitar a obras que puedan insertarse en la vida comunitaria.
La idea del arte ha variado de manera notoria, las críticas y los análisis en las diferentes áreas del conocimiento, ya se trate de física, filosofía, antropología, sicología, sociología
[7], política, literatura, lingüística y pedagogía entre muchas otras, han dejado también su huella en la creación plástica y en los medios de comunicación, información y diseño. La crítica del sujeto y del “yo” consideradas como entidades fijas resultan ahora insostenibles, de igual modo la consideración del arte y de su enseñanza. Por ello se ha de considerar un enfoque mucho más dinámico, interdisciplinario y siempre abierto a una continua revisión de sus principios y valores. Así la economía y sus estrategias, la política y la religión, la información y el conocimiento, la técnica y las prácticas morales, parecen hoy de sumo interés para un artista que vive en un mundo complejo, por lo tanto el espíritu crítico parecería ser una meta fundamental en la educación a fin de que el egresado esté abierto y pueda discernir la propia construcción de su mundo que no solo es el artístico sino el ideológico, el político, el económico, el humano y el espiritual.
Para valorar esta profesión dentro de la enseñanza, podríamos desarrollar un programa académico orientado, a la luz de las necesidades sociales de la disciplina tratando de abarcar el campo artístico en sus diferentes componentes: vocación, producción, distribución y consumo
[8] (intelectual, material y espiritual) es decir; una educación artística que haga énfasis en la diversidad del arte, atendiendo su realidad histórica, social e individual, y las relaciones existentes entre escuela, educación y sociedad.
Si queremos saber como puede contribuir el arte a la “continuidad y estabilidad”, hemos de hacer que los alumnos estudien y creen arte destinado a objetivar y perpetuar determinados valores culturales. Si el arte se comprende y se utiliza como medio para provocar “La reconstrucción social” será necesario estudiar obras que abarcan desde el muralismo mexicano hasta los cuadros y grabados de Goya.
Si el arte se utiliza como medio para “Enaltecer y enriquecer nuestras culturas” el interés se puede centrar en el diseño, la decoración y el embellecimiento del entorno construido. El estudio de las artesanías, nos da una idea del arte como “ritual” y como significado de “identidad social”.
El arte visto como “ estatus social” puede estudiarse a partir de las ideas de propiedad y capital.
La educación artística ha de ser una idea abierta. Hay que preguntar ¿cabe todavía seguir pensando al arte sólo desde la perspectiva del “mundo del arte” y de los productos que impactan este mundo? ¿O se puede pensar lo artístico, también desde la perspectiva de lo cotidiano, de lo utilitario y de lo ornamental? ¿Cabe lo artístico o la artisticidad en la vida cotidiana, de tal manera que permita que sea atravesado por otras ciencias y saberes que lo inserten en la vida cotidiana de las personas? Nosotros tenemos que aprovechar el carácter aventurado del arte que le lleva a las variaciones sinfín, su capacidad de trasmutarse sin cesar, de reinventarse a cada momento para poder proponer una educación artística que abarque lo local, nacional e internacional, lo tradicional y lo contemporáneo, lo artístico y lo utilitario, lo individual y lo social, respondiendo a las necesidades sociales de la disciplina, entendiendo lo difícil que resulta definir el “mercado ocupacional” de los artistas y plateando claramente nuestra identidad como disciplina frente a otros saberes.
En lo que se refiere al campo de trabajo profesional de los artistas no están considerados, dentro de la currícula de las escuelas de arte, campos como la docencia, la investigación, la crítica, la gestión cultural, el diseño ambiental, la promoción y difusión; las artes del entorno, de la integración y la artesanía, ni contempla la formación en el empleo de las nuevas tecnologías y sus múltiples aplicaciones en el campo artístico.
En la actualidad la situación del artista es en cierto modo paradójica, dependiente de la libre expresividad artística y del complejo marco social, en que se desenvuelve, nunca hubo tantos artistas, y sin embargo al mismo tiempo, solo unos pocos pueden actuar como artistas profesionales, dedicados a su obra y viviendo de ella.
En este sentido deberíamos de reflexionar estas tres preguntas:

¿Para qué hacemos arte?
¿Para qué sirve el arte?
¿Cómo utilizamos el arte?

Juntos tenemos que ser capaces de redefinir el papel del artista en la sociedad y del arte, en relación al conocimiento y a la enseñanza, ya que esto constituye uno de los fundamentos de la riqueza cultural de nuestra sociedad.

[1] Graciela Kartofel, Ponencia La relación de la Sociedad y sus artistas, septiembre 2004
[2] Pero ¿ esto es Arte?, Cynthia freeland,
[3] ¿Esto es Arte? Cynthia freeland
[4] La educación en el arte posmoderno, Kerry Freedman
[5] Filosofía del Arte, Jose García Leal
[6] Graciela Kartofel, ponencia: necesidades sociales de la disciplina artística, septiembre 2004
[7] Viene al caso citar los comentarios de Canclini “Con el desarrollo de la investigación sociológica, y de ciencias como la lingüística, la semiótica y la teoría de la comunicación…ya no se puede encarar “el origen y evolución de las convenciones” que rigen la representación artística con meditaciones impresionistas y de “sentido común”, sin aludir ni una vez a la dialéctica entre estructura y conocimiento, entre código y mensaje, a los diversos códigos (perceptivos, de transmisión, tonales, icónicos, iconográficos, retóricos, estilísticos) hoy reconocidos en la significación visual”. Néstor García Canclini, La producción simbólica. Siglo XXI Editores. págs.58-59.
[8] Juan Acha, INTRODUCCIÓN A LA CREATIVIDAD ARTÍSTICA.