Metàforas de papel
Por Omar Gasca
Que la escultura circule menos que la pintura se debe a dos razones: hay menos escultores que pintores y, por otra parte, el traslado de aquèlla suele ser complicado y caro. Màs si las distancias son grandes y median aeropuertos y aduanas con sus respectivos sistemas de seguridad, en los que la norma, la paranoia o ambas, cuando no la estupidez, obligan frecuentemente a desembalar objetos de toda ìndole, sobre todo si su apariencia es tan atìpica como el portador, quien inútilmente intentará explicar la naturaleza del contenido, quizá no muy diferente a la del contenedor.
Con inteligencia pero también con sus muchos recursos creativos –y díríamos, estratègicos y tácticos– Roberto Rodríguez no sólo ha sabido enfrentar el problema sino sacarle provecho. ¿Para què embalar, cargar pesos y volùmenes incómodos que en algùn momento los hombres de uniforme harán desnudar, si con un poco de papel pintado e hilos y maderitas se puede hacer varias piezas desdoblables y colgables que cumplirán satisfactoriamente con el cometido de ser esculturas al tiempo que componentes de una instalación? La clave es la portabilidad, la vehicularidad, es decir, esos que son los factores que signan la cultura de nuestro tiempo y que permiten llevar dos o tres películas y cientos y hasta miles de canciones en un dispositivo de bolsillo. ¿Por qué no, entonces, esculturas en caja?
La solución de Rodríguez, del género sculpture to go o ecultura para llevar, termina siendo un ejemplo de la idea bauhausiana, más precisamente gropusiana de que “la forma sigue a la función”, y se inscribe, junto con los primeros móviles de Calder y las máquinas inútiles de Munari, en un ámbito en el que la sencillez, la ligereza, la levedad y la gravedad lo son todo. Con una diferencia: la obra de Roberto Rodríguez no responde primero a una iniciativa estètica y expresiva sino a una funcional, la de mover, llevar y colocar con el mìnimo de esfuerzo. Así, sus piezas se identifican con la economía estructural de la naturaleza y, por otra parte, al emplear materiales baratos, con el arte povera y, tambièn, con el minimalismo.
Luego sigue el tono, el caràcter de la obra, los valores expresivos, y si la clave de lo funcional es la portabilidad, la de lo estètico es, en principio, la gravedad. Las piezas no se yerguen, es decir, no se levantan y ponen derechas sino que caen y quedan, y lo hacen bastante al modo del juego de tablitas y listones que todavía venden en algunos mercados, excepto que en este juego la idea es mover las piezas, producir una suerte de desdoblamiento continuo, aunque buena parte es una impresión, una ilusión.
Lo demàs es pintura y algunos tratamientos plásticos, con los cuales el autor dota a la obra de los signos tìpicos, característicos, recurrentes de su escultura policromada, si bien ahora podría hablarse de que màs que esculturas o además de esculturas estas piezas son nuevos soportes de la pintura, siguiendo un poco la línea de pensamiento de Ignacio Salazar y otros, que se refieren a la pintura salida del lienzo, de la pared, de sus soportes tradicionales para ir a dar a otras superficies y objetos.
Aunque lo más interesante de esta obra de Roberto Rodríguez es lo de siempre: su sencillez, su simplicidad, su carácter íntimo, pero todavía más esa curiosa, paradójica relación entre lo viejo y lo nuevo, lo primitivo y lo moderno, como si se tratara de realizar obras atemporales con la perversa idea de confundir a los arquéologos y críticos del futuro.
¿Por qué Metáforas de papel? Suena bien, es un título evocativo, aunque más bien provoca que evoca. Introduce la clase de ruido que mueve a interpretar cualquier cosa. ¿Metáforas con relación a qué? La metáfora es un tropo, una figura retórica que consiste en el uso de una expresión con un significado diferente o en un contexto distinto al habitual. De acuerdo con I. A. Richards la metàfora tiene tres niveles o componentes: el tenor, que es aquello a lo que la metáfora se refiere, es decir, el término literal; el vehículo, que es lo que se dice, el término figurado; y el fundamento, que es la relación existente entre el tenor y el vehículo (para más señas, el discurso). ¿Cuáles son aquí las relaciones? Ademàs de otras respuestas, por lo pronto parecería que el tropo, el giro mayor consiste en hacer sencillo lo complejo, fàcil lo difìcil, y de otro lado resolver como lo hace quien conoce màs de alternativas que de límites.
Por Omar Gasca
Que la escultura circule menos que la pintura se debe a dos razones: hay menos escultores que pintores y, por otra parte, el traslado de aquèlla suele ser complicado y caro. Màs si las distancias son grandes y median aeropuertos y aduanas con sus respectivos sistemas de seguridad, en los que la norma, la paranoia o ambas, cuando no la estupidez, obligan frecuentemente a desembalar objetos de toda ìndole, sobre todo si su apariencia es tan atìpica como el portador, quien inútilmente intentará explicar la naturaleza del contenido, quizá no muy diferente a la del contenedor.
Con inteligencia pero también con sus muchos recursos creativos –y díríamos, estratègicos y tácticos– Roberto Rodríguez no sólo ha sabido enfrentar el problema sino sacarle provecho. ¿Para què embalar, cargar pesos y volùmenes incómodos que en algùn momento los hombres de uniforme harán desnudar, si con un poco de papel pintado e hilos y maderitas se puede hacer varias piezas desdoblables y colgables que cumplirán satisfactoriamente con el cometido de ser esculturas al tiempo que componentes de una instalación? La clave es la portabilidad, la vehicularidad, es decir, esos que son los factores que signan la cultura de nuestro tiempo y que permiten llevar dos o tres películas y cientos y hasta miles de canciones en un dispositivo de bolsillo. ¿Por qué no, entonces, esculturas en caja?
La solución de Rodríguez, del género sculpture to go o ecultura para llevar, termina siendo un ejemplo de la idea bauhausiana, más precisamente gropusiana de que “la forma sigue a la función”, y se inscribe, junto con los primeros móviles de Calder y las máquinas inútiles de Munari, en un ámbito en el que la sencillez, la ligereza, la levedad y la gravedad lo son todo. Con una diferencia: la obra de Roberto Rodríguez no responde primero a una iniciativa estètica y expresiva sino a una funcional, la de mover, llevar y colocar con el mìnimo de esfuerzo. Así, sus piezas se identifican con la economía estructural de la naturaleza y, por otra parte, al emplear materiales baratos, con el arte povera y, tambièn, con el minimalismo.
Luego sigue el tono, el caràcter de la obra, los valores expresivos, y si la clave de lo funcional es la portabilidad, la de lo estètico es, en principio, la gravedad. Las piezas no se yerguen, es decir, no se levantan y ponen derechas sino que caen y quedan, y lo hacen bastante al modo del juego de tablitas y listones que todavía venden en algunos mercados, excepto que en este juego la idea es mover las piezas, producir una suerte de desdoblamiento continuo, aunque buena parte es una impresión, una ilusión.
Lo demàs es pintura y algunos tratamientos plásticos, con los cuales el autor dota a la obra de los signos tìpicos, característicos, recurrentes de su escultura policromada, si bien ahora podría hablarse de que màs que esculturas o además de esculturas estas piezas son nuevos soportes de la pintura, siguiendo un poco la línea de pensamiento de Ignacio Salazar y otros, que se refieren a la pintura salida del lienzo, de la pared, de sus soportes tradicionales para ir a dar a otras superficies y objetos.
Aunque lo más interesante de esta obra de Roberto Rodríguez es lo de siempre: su sencillez, su simplicidad, su carácter íntimo, pero todavía más esa curiosa, paradójica relación entre lo viejo y lo nuevo, lo primitivo y lo moderno, como si se tratara de realizar obras atemporales con la perversa idea de confundir a los arquéologos y críticos del futuro.
¿Por qué Metáforas de papel? Suena bien, es un título evocativo, aunque más bien provoca que evoca. Introduce la clase de ruido que mueve a interpretar cualquier cosa. ¿Metáforas con relación a qué? La metáfora es un tropo, una figura retórica que consiste en el uso de una expresión con un significado diferente o en un contexto distinto al habitual. De acuerdo con I. A. Richards la metàfora tiene tres niveles o componentes: el tenor, que es aquello a lo que la metáfora se refiere, es decir, el término literal; el vehículo, que es lo que se dice, el término figurado; y el fundamento, que es la relación existente entre el tenor y el vehículo (para más señas, el discurso). ¿Cuáles son aquí las relaciones? Ademàs de otras respuestas, por lo pronto parecería que el tropo, el giro mayor consiste en hacer sencillo lo complejo, fàcil lo difìcil, y de otro lado resolver como lo hace quien conoce màs de alternativas que de límites.