sábado, 21 de febrero de 2009

Una aproximación al análisis estilístico: de Roberto Rodríguez, a partir de los conceptos y las categorías analíticas que propone Heinrich Wölfflin.

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Una aproximación al análisis estilístico: de Roberto Rodríguez, a partir de los conceptos y las categorías analíticas que propone Heinrich Wölfflin.

Autor: Manuel de Jesús Velázquez Torres
Universidad Iberoamericana
19 de febrero del 2009

A menudo los historiadores de arte intentan comprender y apreciar mejor las obras artísticas mediante un análisis formal, es decir, observándolas no desde el punto de vista temático o técnico, sino en relación a conceptos puramente formales. Heinrich Wölfflin, uno de los más brillantes tratadistas de arte, después de estudiar durante muchos años las obras artísticas del Alto Renacimiento (finales del siglo XV y principios del siglo XVI) y del Barroco (siglo XVII), argumentó, a comienzos de siglo XX, una serie de principios que le ayudaron a caracterizar las diferencias entre los estilos de ambos períodos. La gran importancia del trabajo de Wölfflin es que nos proporciona categorías objetivas e imparciales, las cuales constituyen un sistema dentro del que podemos articular algunas de nuestras impresiones en torno a la obra de Roberto Rodríguez, que de otro modo podrían resultar muy generales e imprecisas.
Quizás el punto más importante a tener en cuenta antes de aplicar realmente las ideas de Wölfflin es el saber que sus fórmulas son pares de conceptos y que las categorías analíticas que propone son comparativas, no absolutas.
La primera pareja de conceptos de Wölfflin es lo lineal opuesto a lo pictórico. Por lineal da a entender Wölfflin que todas las figuras y todas las formas significativas situadas entre las figuras y su alrededor están claramente perfiladas, como vemos que sucede en la escultura de Richard Serra (imagen 1). Los límites de cada elemento son sólidos e inanimados, están definidos y son claros, cada forma está uniformemente iluminada y se destaca enérgicamente como una pieza escultórica.
La escultura de Roberto Rodríguez (imagen 2) es, por el contrario, pictórica. Las formas no están iluminadas por igual, sino fusionadas en un conjunto; vistas a través de una única dirección, como en el caso de esta foto, revela algunas partes y oscurece otras. Los contornos se pierden en el horizonte, las rápidas curvas unen las formas separadas en vez de aislarlas entre sí. En la escultura de Richard Serra, la forma de cada pieza aparece maravillosamente clara; en la escultura de Roberto Rodríguez, la figura, apenas se distingue del paisaje.
El siguiente par de conceptos son la visión en superficie y en profundidad. La primera significa que los elementos de la escultura están distribuidos en una serie de planos paralelos al primer plano. En la obra de Roberto (imagen 3), por ejemplo, el primer plano lo marca la primera pieza, el pie de la cual está en línea con el espectador; los siguientes están dados por las siguientes piezas, y el último plano lo forma las sombras de las piezas en el fondo: prácticamente hay cinco planos paralelos.
Muy diferente es la construcción recesiva de la escultura de Chillida (imagen 4), donde dominan en la composición las formas situadas en relación al primer plano y que retroceden en profundidad. Las formas parecen arrastrarse hacia atrás desde el plano frontal, comenzando por la parte de arriba en el extremo izquierdo, que se dirige hacia el plano situado más atrás, siguiendo con segunda y tercera horizontal, que retroceden de nuevo detrás de ella en el mismo sentido.
El principio de organización en términos de planos paralelos o en términos de diagonales recesivas, se aplica tanto a partes concretas de una escultura como al conjunto. Comparemos simplemente la ubicación de las dos piezas. En la escultura de Roberto (imagen 3) están situados en planos escalonados uno detrás de otro; mientras que en la escultura de Chillida (imagen 4) están unidos formando un movimiento continuo que retrocede desde el espacio del primer plano.
El siguiente par de conceptos son la forma abierta y la forma cerrada. En la forma cerrada de esta pieza escultórica de Roberto Rodríguez (imagen 5) todas las formas están equilibradas dentro del marco del espacio escultórico. La composición está basada en líneas verticales y horizontales que se hacen eco de la forma del espacio y de su función delimitadora. Las piezas situadas a cada lado cierran el espacio con enérgicos trazos verticales, repetidos a su vez en los trazos verticales formados por las líneas de las formas de semillas, y finalmente en el centro por el bloque vertical. Los trazos horizontales son escalones que ponen de relieve el límite inferior y superior de la escultura. La pieza está totalmente autocontenida. La forma cerrada transmite una impresión de estabilidad y de equilibrio, y se observa una tendencia hacia la disposición simétrica (aunque evidentemente no es rígida, se nota, por ejemplo, la alternancia de rasgos de perfil y de cara en las pequeñas piezas en forma de semillas).
En la forma abierta de esta escultura de Rodríguez (imagen 6), las enérgicas diagonales contrastan con las horizontales. Las líneas diagonales no sólo aparecen como limites estructurales, sino que también se arrastran hacia la lejanía. Las formas no están simplemente contenidas dentro del marco: éste las corta solo por dos lados. Hay una sensación de espacio ilimitado fluyendo a lo alto más allá de los límites de la escultura. La composición es más dinámica que estática, sugiere movimiento y está llena de efectos momentáneos que se oponen al tranquilo reposo.
Finalmente, la multiplicidad y la unidad forman el par de conceptos sin duda más relativos, ya que todas las grandes obras están unificadas en un sentido o en otro. Lo que retomamos del concepto de multiplicidad de Wölfflin, en este caso, es que la escultura de Roberto Rodríguez (imagen 7) está compuesta de distintas partes, cada una claramente ocupada por su propio color individual y local, cada una esculturalmente redondeada por derecho propio.
Mientras que la unidad de la obra de Demien Hirs (imagen 8) es mucho más rotunda, lograda en gran parte por la luz fuerte y dirigida. En la figura todas las unidades –y realmente hay muchas– están unidas en un todo único; ninguna de ellas puede aislarse. Los colores se combinan y se mezclan y su aspecto depende básicamente de cómo incida la luz en ellos. Por ejemplo, la luz uniforme y difuminada de esta pieza ayuda a aislar los elementos de modo que una multiplicidad de unidades independientes pueda equilibrarse entre sí.
El valor de categorías como las de WöIfflin reside en su objetividad. Y aunque fueron concebidas en respuesta a las características del arte renacentista y barroco, pueden, de hecho, aplicarse ampliamente en el arte contemporáneo. Si aplicamos este tipo de categorías analíticas neutras, lograremos seguramente agudizar nuestra mirada y percibir mejor la estructura de una escultura. Podemos entonces comprender y apreciar mejor la obra de Roberto Rodríguez.