miércoles, 19 de octubre de 2011

Conferencia Coloquio PIA, Xalapa



Buenos días, agradezco a los organizadores, en especial a la Dra. Gladys Villegas el haberme invitado a este evento. Mi participación en esta mesa responde a la convocatoria para hablar sobre nuestra producción a partir de la elaboración de proyectos artísticos. La idea es presentar los procesos para la realización de nuestras obras y ligar el discurso con el proceso creativo.
         Para esto a la par que corren las diapositivas, presentaré una serie de argumentos que delimitan mi punto de vista y analizaré algunos temas que he abordado en mi obra. Para elaborar esta presentación la primera pregunta que surgió fue ¿En el arte es necesario el saber intelectual?
Al intentar desarrollar mis argumentos me tope con la frase "Pensar es escultura" (Joseph Beuys), la frase me pareció provocadora y aclaratoria, parte de las exploraciones en mi enseñanza artística y en mi propio trabajo creativo tienen que ver con esto. Para mí, pintar es una reflexión sobre la pintura, es transformar el espacio del cuadro, interpretarlo, asimilarlo y ofrecer nuevos enfoques del mismo. No es casual que muchas de mis piezas revelen un interés por lo visual, para esto, no sólo utilizo elementos tradicionales como el dibujo y la pintura, sino que estos elementos inciden en un diálogo entre sentimientos e ideas. Desde mi punto de vista, la función del artista es articular un discurso que genere sentido y significado. Los artistas son productores de discurso. El arte es un tipo de razonamiento reflexivo, que puede ser intelectual o emotivo o una combinación de ambos, la actividad creadora actúa tanto consciente como inconscientemente, pero en mi caso, busco un equilibrio entre materia intelectual e intuición.
Para hacer una obra lo justo es familiarizarse con el lenguaje de los materiales, luego detenerse en el pensamiento creativo. Marcar etapas, establecer pasos que ayuden a mejorar procesos y formas de hacer las cosas. Para hacer una pintura o escultura es necesario saber adónde se va y qué se quiere decir. Por lo tanto, mi propósito de enseñar el arte es ayudar a los estudiantes a formar ideas que guíen su trabajo. Ayudarlos a comprender que los artistas tienen algo que decir, que su trabajo es guiado por una idea que se plasma en el material mediante una forma. La actividad creadora necesita de ideas. El proceso creativo es esencial cuando sabemos dónde estamos y a dónde queremos ir. Por eso la creatividad está ligada a la idea, al proyecto y a la estrategia. Destacar la importancia de la idea no significa que las intenciones del artista deban ser fijas, no deben serlo. Deben  ser flexibles, pero dentro de esa flexibilidad, las ideas deben guiar el trabajo. Pues, los propósitos se plasman mediante el uso de materiales que alcanzan la condición de medios, es decir, los materiales expresan las intenciones del artista.
Las imágenes que presenciamos son parte de mi primera etapa, el proyecto se titula Lo sagrado y lo profano, es una serie que va de 1990 a 1997. Esta serie está cargada de reflexión y conflicto, de ingenuidad intencional, de un primitivismo voluntario y una búsqueda de lo propio, todo ello apuntalado por la memoria, por los recuerdos infantiles y por la visión de los recuerdos infantiles en la edad adulta: iglesias, retablos, mitos, leyendas, imágenes populares, artesanías, juguetes; repertorio de elementos que sirven de motivo a obras temáticamente recurrentes aunque con tratamientos distintos y en las que el denominador común es una inquietud por los pares de opuestos. Hay en estas obras algo del arte popular, de los ex votos y de un juego que consiste en dejar fluir un espíritu infantil, intencionalmente espontáneo, lo que proporciona a las imágenes un toque de sencillez y un carácter de proximidad con lo popular.  
Lo que caracteriza mi propuesta desde entonces es la pintura sobre madera, trabajo la  madera por sus cualidades, como soporte que puede ser quemado, esgrafiado, raspado, patinado, astillado, tallado y pulido. También la madera plantea un devenir propio como material usado en el arte, que engarza las herencias culturales prehispánicas y coloniales. La madera no actúa solo como soporte; su fuerza se integra al discurso, a las texturas, a las sensualidades, y a veces me obliga a salir de la bidimensionalidad. En la composición de las obras, intento poner de manifiesto los pares de opuestos, lo primitivo enlazado con lo contemporáneo, el arte y la artesanía, una especie de puente entre lo sagrado y lo profano, lo público y lo íntimo, lo particular y lo universal. En esta primera etapa, mis obras pueden ser lamentaciones, protestas, pifias, pitorreos, gritos, arrepentimientos, negaciones, conjuros. En algunas obras también se introducen animales y formas diversas en formatos de dimensiones generosas. Las imágenes parecen ser los sujetos de cada obra, pero la elaboración matérica tiene su propio decir.
En la trinchera, la pieza constituye un proceso complejo que reúne diversos elementos para formar un todo significativo y organizado. La intención era hablar de la violencia y cómo ésta se genera en el propio hogar.
Otra serie en la que he trabajado es Soliloquio, realizada entre 2000 y 2002, la parte fundamental de Soliloquio pretende ser un ejercicio de deconstrucción, reformulando los significados y los significantes. Busqué trabajar sobre soportes de 244 x 244 cm. que permitieran grandes superficies con masas de color y texturas. La presencia de las cosas y personajes no abarcan todo el espacio pictórico, sino que plantean ausencias. Mapas conceptuales, planillas de pequeñas frases, una carretilla roja que llama a leer contenidos complejos, un pie vacío en una habitación roja también vacía, una caja en un fondo obscuro lleno de materia pictórica, un dispositivo abierto de discurso, un cráneo en una lluvia de cuchillos, la intención de Soliloquio es una obra abierta, que permita la respuesta aleatoria del espectador.
En el caso de Atavismos y Cronotopías son dos series fotográficas que participan de la estética del deterioro: “la pureza” de la imagen fotográfica se diluye en quemaduras, rascados y manchas al negativo, y manipulación a la fotografía impresa, todo matizado por oxidaciones del papel a través del tiempo. En Cronotopías (2004), busqué trabajar sobre una serie de ocho  fotografías análogas traducidas a medios digitales, la intención era hablar del tiempo, y de lo que hace el tiempo en los cuerpos y en la memoria. Cronotopías tiene como protagonistas a  hombres desnudos que se presentan de cuerpo completo, mostrándose en diversas posiciones, formatos que recuerdan a los estudios antropométricos de los indígenas mexicanos, realizados entre 1890 y 1910. El cuerpo se vuelve metáfora, imagen bipolar que nos confronta con la identidad compleja del individuo, más allá de su unicidad. 
Por su parte, Atavismos (2005) es una serie de fotografía digital que, a través de autorretratos, nos hablan de la imposibilidad de ver, oír y hablar, la imposibilidad de sentir. La cara se nos muestra amordazada por tenedores y bandas, junto con grafías y dibujos enmarcados en el espacio fotográfico. La intención fue trabajar sobre la dualidad de la palabra: por un lado, atavismos ligado a herencias y patrimonios, por otro ligado a instintos y ataduras.
En el caso de Instrumentos Alógicos, busqué alejarme de los relatos lineales, de la experiencia particular, buscando una relación abierta con la pieza. Ante el cansancio sobre mi forma habitual de trabajo no me quedó más que cambiar e inventar una nueva forma de relacionarme con la pintura. Al eliminar la narratividad se obliga al espectador a enfrentarse con su capacidad para relacionarse de manera sensorial con la pintura, activando el sentido del tacto y el espacio. De manera que la obra tiene que ser apreciada directamente para disfrutarla. El dibujo se convierte en el puente de relación comunicativa con el espectador.
La Forma mínima, es la serie en la que trabajé de 2007 a 2009. Este proyecto está basado en la contraposición de nociones como presencia y ausencia, singular y homogéneo, silencio y ruido, sencillo y complejo, orden y caos. Bajo esta premisa busqué una obra sintética, con pocos elementos, intentando oscurecer la transparencia de significado, a partir de la ausencia de historias que contar, para pedir al espectador una lectura más compleja. La idea principal es poner en primer término el análisis de la materialidad de la pintura. Por lo tanto, fue importante la atención prestada a la superficie, los pulidos, las patinas y los acabados rechazando cualquier elemento anecdótico. La forma referida es la sensación, lo contrario de la representación. Según palabras de Valéry, la sensación es lo que se transmite, no en tanto lo representado, sino que lo pintado. Privilegiando así el retorno a lo matérico, intento la exploración de la pintura a partir de sus posibilidades visuales, de su propia dialéctica como materia extendida y esgrafiada en una superficie. Otras características de estas obras son la gran escala, la obra en función del espacio de exposición, el uso preferente de formas sencillas y, asimismo, la participación de una metodología serial que permite una continuidad y sucesión de piezas. Con otras palabras, trabajé sobre la hipótesis de que la reducción estructural constituye un método, en el sentido de que la obra sólo contenga lo estrictamente necesario para cubrir mis necesidades conceptuales, artísticas y técnicas: unas leyes muy sencillas y generales. La forma mínima tiene como propósito llegar a una obra estrictamente pictórica.
Estas piezas están construidas desde un método particular en el cual realizo secuencialmente tres acciones contradictorias: construir, destruir y vuelta a construir. Inicio con la aplicación de capas de pintura sobre el soporte, usualmente de madera, más tarde aplico un dibujo, quizá aplico una capa más de pigmento para después ir despintando y así ir descubriendo la imagen y los colores del primer proceso. Despinto y perforo con lijas y gubias, realizando una acción agresiva y delicada en la materia, raspando y acariciando. Más tarde pulo la superficie impregnada de grafito, produciendo una capa brillante. Este proceso le otorga a la pieza una densidad pictórica enfatizada por las formas orgánicas presentadas como elementos únicos de composición. Así, entre la delicadeza de la superficie y lo bruto del desgate, existe un espacio de indeterminación donde el espectador puede encontrar su experiencia sensible, pero, buscar un significado concreto en cada pieza es necio e injusto dentro de esta propuesta. Más allá del relato está lo sencillamente complejo de la experiencia sensorial.
Mi proyecto básico como artista es céntrame en los mecanismos de producción de significado, esta ha sido mi forma de investigación en los últimos años. Intento entender cómo construimos el significado en el arte, para comprender sus dimensiones sociales, políticas e históricas, lo cual es resultado también de una transformación personal y mental, que proviene del trabajo mismo, de la vocación por ampliar el universo propio a partir de indagaciones sobre la noción misma de artista y sobre la propia naturaleza del arte. Por eso, en los últimos años he desempeñado diferentes “oficios” o funciones dentro del arte cuyo perímetro al principio de mi carrera me parecía delimitado, pero en los que hoy veo una apertura. Para mí, el lugar de los creadores actualmente es una larga cadena de coproducción que conlleva mutaciones importantes sobre la visión tradicional del artista-creador. Hoy el medio artístico busca personajes múltiples, algo así como curadores, artistas y gestores, todo “en cascada”, se trata de un curador que es artista y gestor y que moviliza otras funciones. Yo me inicié como creador en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, pero desde mi egreso me he dedicado a la gestión y administración cultural, sin abandonar nunca la creación. En los últimos dos años, estudié la maestría en Estudios de Arte en la Universidad Iberoamericana, lo que me permitió profesionalizar y ampliar mi universo de acción. Actualmente me dedico a la creación, gestión y curaduría de exposiciones. Pienso que cuando estas tres formas se unen permiten una visión integral del arte.  
Finalmente, quiero enfatizar que el arte implica no solamente capacidad intelectual sino también factores sociales, emocionales, físicos y psicológicos. De esta manera, la creación misma, puede proporcionar nuevos enfoques y conocimientos. Probablemente la mejor preparación para la vida sea el arte.

Muchas gracias
Manuel V