Buenos días, agradezco a los
organizadores, en especial a la Dra. Gladys Villegas el haberme invitado a este
evento. Mi participación en esta mesa responde a la convocatoria para hablar
sobre nuestra producción a partir de la elaboración de proyectos artísticos. La
idea es presentar los procesos para la realización de nuestras obras y ligar el
discurso con el proceso creativo.
Para
esto a la par que corren las diapositivas, presentaré una serie de argumentos
que delimitan mi punto de vista y analizaré algunos temas que he abordado en mi
obra. Para elaborar esta presentación la primera pregunta que surgió fue ¿En el
arte es necesario el saber intelectual?
Al intentar
desarrollar mis argumentos me tope con la frase "Pensar es escultura"
(Joseph Beuys), la frase me pareció provocadora y aclaratoria, parte de las
exploraciones en mi enseñanza artística y en mi propio trabajo creativo tienen
que ver con esto. Para mí, pintar es una reflexión sobre la pintura, es
transformar el espacio del cuadro, interpretarlo, asimilarlo y ofrecer nuevos
enfoques del mismo. No es casual que muchas de mis piezas revelen un interés
por lo visual, para esto, no sólo utilizo elementos tradicionales como el
dibujo y la pintura, sino que estos elementos inciden en un diálogo entre
sentimientos e ideas. Desde mi punto de vista, la función del artista es
articular un discurso que genere sentido y significado. Los artistas son
productores de discurso. El arte es un tipo de razonamiento reflexivo, que
puede ser intelectual o emotivo o una combinación de ambos, la actividad
creadora actúa tanto consciente como inconscientemente, pero en mi caso, busco
un equilibrio entre materia intelectual e intuición.
Para hacer una obra
lo justo es familiarizarse con el lenguaje de los materiales, luego detenerse
en el pensamiento creativo. Marcar etapas, establecer pasos que ayuden a
mejorar procesos y formas de hacer las cosas. Para hacer una pintura o
escultura es necesario saber adónde se va y qué se quiere decir. Por lo tanto,
mi propósito de enseñar el arte es ayudar a los estudiantes a formar ideas que
guíen su trabajo. Ayudarlos a comprender que los artistas tienen algo que
decir, que su trabajo es guiado por una idea que se plasma en el material
mediante una forma. La actividad creadora necesita de ideas.
El proceso creativo es esencial cuando sabemos dónde estamos y a dónde queremos
ir. Por eso la creatividad está ligada a la idea, al proyecto y a la
estrategia. Destacar la importancia de la idea no significa que las intenciones
del artista deban ser fijas, no deben serlo. Deben ser flexibles, pero dentro de esa
flexibilidad, las ideas deben guiar el trabajo. Pues, los propósitos se plasman
mediante el uso de materiales que alcanzan la condición de medios, es decir,
los materiales expresan las intenciones del artista.
Las imágenes que
presenciamos son parte de mi primera etapa, el proyecto se titula Lo sagrado y
lo profano, es una serie que va de 1990 a 1997. Esta
serie está cargada de reflexión y conflicto, de
ingenuidad intencional, de un primitivismo voluntario y una búsqueda de lo
propio, todo ello apuntalado por la memoria, por los recuerdos infantiles y por
la visión de los recuerdos infantiles en la edad adulta: iglesias, retablos,
mitos, leyendas, imágenes populares, artesanías, juguetes; repertorio de
elementos que sirven de motivo a obras temáticamente recurrentes aunque con
tratamientos distintos y en las que el denominador común es una inquietud por
los pares de opuestos. Hay en estas obras algo del arte popular, de los ex
votos y de un juego que consiste en dejar fluir un espíritu infantil, intencionalmente
espontáneo, lo que proporciona a las imágenes un toque de sencillez y un
carácter de proximidad con lo popular.
Lo que caracteriza mi
propuesta desde entonces es la pintura sobre madera, trabajo la madera por sus cualidades, como soporte que
puede ser quemado, esgrafiado, raspado, patinado, astillado, tallado y pulido.
También la madera plantea un devenir propio como material usado en el arte, que
engarza las herencias culturales prehispánicas y coloniales. La madera no actúa
solo como soporte; su fuerza se integra al discurso, a las texturas, a las
sensualidades, y a veces me obliga a salir de la bidimensionalidad. En la
composición de las obras, intento poner de manifiesto los pares de opuestos, lo
primitivo enlazado con lo contemporáneo, el arte y la artesanía, una especie de
puente entre lo sagrado y lo profano, lo público y lo íntimo, lo particular y
lo universal. En esta primera etapa, mis obras pueden ser lamentaciones,
protestas, pifias, pitorreos, gritos, arrepentimientos, negaciones, conjuros.
En algunas obras también se introducen animales y formas diversas en formatos
de dimensiones generosas. Las imágenes parecen ser los sujetos de cada obra,
pero la elaboración matérica tiene su propio decir.
En la trinchera, la pieza constituye un proceso complejo que
reúne diversos elementos para formar un todo significativo y organizado. La
intención era hablar de la violencia y cómo ésta se genera en el propio hogar.
Otra serie en la que
he trabajado es Soliloquio, realizada entre 2000 y 2002, la parte fundamental
de Soliloquio pretende ser un ejercicio de deconstrucción, reformulando los
significados y los significantes. Busqué trabajar sobre soportes de 244 x 244
cm. que permitieran grandes superficies con masas de color y texturas. La presencia de las cosas y personajes no abarcan todo el
espacio pictórico, sino que plantean ausencias. Mapas conceptuales, planillas
de pequeñas frases, una carretilla roja que llama a leer contenidos complejos, un
pie vacío en una habitación roja también vacía, una caja en un fondo obscuro
lleno de materia pictórica, un dispositivo abierto de discurso, un cráneo en
una lluvia de cuchillos, la intención de Soliloquio es una obra abierta, que
permita la respuesta aleatoria del espectador.
En el caso de
Atavismos y Cronotopías son dos series fotográficas que participan de la
estética del deterioro: “la pureza” de la imagen fotográfica se diluye en
quemaduras, rascados y manchas al negativo, y manipulación a la fotografía
impresa, todo matizado por oxidaciones del papel a través del tiempo. En
Cronotopías (2004), busqué trabajar sobre una serie de ocho fotografías análogas traducidas a medios
digitales, la intención era hablar del tiempo, y de lo que hace el tiempo en
los cuerpos y en la memoria. Cronotopías tiene como protagonistas a hombres desnudos que se presentan de cuerpo
completo, mostrándose en diversas posiciones, formatos que recuerdan a los
estudios antropométricos de los indígenas mexicanos, realizados entre 1890 y
1910. El cuerpo se vuelve metáfora, imagen bipolar que nos confronta con la
identidad compleja del individuo, más allá de su unicidad.
Por su parte, Atavismos
(2005) es una serie de fotografía digital que, a través de autorretratos, nos
hablan de la imposibilidad de ver, oír y hablar, la imposibilidad de sentir. La
cara se nos muestra amordazada por tenedores y bandas, junto con grafías y
dibujos enmarcados en el espacio fotográfico. La intención fue trabajar sobre
la dualidad de la palabra: por un lado, atavismos ligado a herencias y
patrimonios, por otro ligado a instintos y ataduras.
En el caso de Instrumentos
Alógicos, busqué alejarme de los relatos lineales, de la experiencia
particular, buscando una relación abierta con la pieza. Ante el cansancio sobre
mi forma habitual de trabajo no me quedó más que cambiar e inventar una nueva
forma de relacionarme con la pintura. Al eliminar la narratividad se obliga al
espectador a enfrentarse con su capacidad para relacionarse de manera sensorial
con la pintura, activando el sentido del tacto y el espacio. De manera que la obra tiene que ser apreciada directamente
para disfrutarla. El dibujo se convierte en el puente de relación comunicativa
con el espectador.
La Forma mínima, es
la serie en la que trabajé de 2007 a 2009. Este proyecto está basado en la
contraposición de nociones como presencia y ausencia, singular y homogéneo,
silencio y ruido, sencillo y complejo, orden y caos. Bajo esta premisa busqué
una obra sintética, con pocos elementos, intentando oscurecer la transparencia
de significado, a partir de la ausencia de historias que contar, para pedir al
espectador una lectura más compleja. La idea principal es poner en primer
término el análisis de la materialidad de la pintura. Por lo tanto, fue
importante la atención prestada a la superficie, los pulidos, las patinas y los
acabados rechazando cualquier elemento anecdótico. La forma referida es la
sensación, lo contrario de la representación. Según palabras de Valéry, la
sensación es lo que se transmite, no en tanto lo representado, sino que lo
pintado. Privilegiando así el retorno a lo matérico, intento la exploración de
la pintura a partir de sus posibilidades visuales, de su propia dialéctica como
materia extendida y esgrafiada en una superficie. Otras características de estas
obras son la gran escala, la obra en función del espacio de exposición, el uso
preferente de formas sencillas y, asimismo, la participación de una metodología
serial que permite una continuidad y sucesión de piezas. Con otras palabras,
trabajé sobre la hipótesis de que la reducción estructural constituye un método,
en el sentido de que la obra sólo contenga lo estrictamente necesario para
cubrir mis necesidades conceptuales, artísticas y técnicas: unas leyes muy
sencillas y generales. La forma mínima tiene como propósito llegar a una obra
estrictamente pictórica.
Estas piezas están
construidas desde un método particular en el cual realizo secuencialmente tres
acciones contradictorias: construir, destruir y vuelta a construir. Inicio con
la aplicación de capas de pintura sobre el soporte, usualmente de madera, más
tarde aplico un dibujo, quizá aplico una capa más de pigmento para después ir
despintando y así ir descubriendo la imagen y los colores del primer proceso.
Despinto y perforo con lijas y gubias, realizando una acción agresiva y
delicada en la materia, raspando y acariciando. Más tarde pulo la superficie
impregnada de grafito, produciendo una capa brillante. Este proceso le otorga a
la pieza una densidad pictórica enfatizada por las formas orgánicas presentadas
como elementos únicos de composición. Así, entre la delicadeza de la superficie
y lo bruto del desgate, existe un espacio de indeterminación donde el
espectador puede encontrar su experiencia sensible, pero, buscar un significado
concreto en cada pieza es necio e injusto dentro de esta propuesta. Más allá
del relato está lo sencillamente complejo de la experiencia sensorial.
Mi proyecto básico
como artista es céntrame en los mecanismos de producción de significado, esta
ha sido mi forma de investigación en los últimos años. Intento entender cómo
construimos el significado en el arte, para comprender sus dimensiones
sociales, políticas e históricas, lo cual es resultado también de una
transformación personal y mental, que proviene del trabajo mismo, de la
vocación por ampliar el universo propio a partir de indagaciones sobre la
noción misma de artista y sobre la propia naturaleza del arte. Por eso, en los
últimos años he desempeñado diferentes “oficios” o funciones dentro del arte
cuyo perímetro al principio de mi carrera me parecía delimitado, pero en los
que hoy veo una apertura. Para mí, el lugar de los creadores actualmente es una
larga cadena de coproducción que conlleva mutaciones importantes sobre la
visión tradicional del artista-creador. Hoy el medio artístico busca personajes
múltiples, algo así como curadores, artistas y gestores, todo “en cascada”, se
trata de un curador que es artista y gestor y que moviliza otras funciones. Yo
me inicié como creador en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad
Veracruzana, pero desde mi egreso me he dedicado a la gestión y administración
cultural, sin abandonar nunca la creación. En los últimos dos años, estudié la
maestría en Estudios de Arte en la Universidad Iberoamericana, lo que me permitió
profesionalizar y ampliar mi universo de acción. Actualmente me dedico a la
creación, gestión y curaduría de exposiciones. Pienso que cuando estas tres
formas se unen permiten una visión integral del arte.
Finalmente, quiero enfatizar que el arte implica no solamente capacidad
intelectual sino también factores sociales, emocionales, físicos y
psicológicos. De esta manera, la creación misma, puede proporcionar nuevos
enfoques y conocimientos. Probablemente la mejor preparación para la vida sea el
arte.
Muchas gracias
Manuel V