domingo, 28 de octubre de 2012

Hacer la curaduría de una exposición



Hacer la curaduría de una exposición

¿Cómo se organiza, produce y desarrolla una exposición? ¿Cuáles son los motivos teóricos, artísticos, museísticos que la conciertan? ¿Qué se pretende mostrar al público tras el largo proceso de su preparación? En resumen ¿qué papel desempeña la figura del curador?
            Como artista sueles preocuparte de que tu idea sea clara, sea asimilable. Como curador de una exposición tienes adicionalmente la posibilidad de mostrar el desarrollo de una temática, lo desconocido de un momento histórico, un nuevo enfoque sobre el quehacer de un artista, además de proporcionar información relevante en relación a una técnica, a la manera de trabajar de un artista, mostrar un punto de vista desconocido sobre un movimiento artístico o un tema. El trabajo del curador también tiene que ver con la educación en los museos, la difusión y con ir generando nuevos públicos para el arte. Tanto las instituciones culturales como los espacios expositivos dependen no sólo de la visión y formación de quienes los gestionan, sino también de los comisarios o curadores, que muchas veces son los mismos artistas, los galeristas, los conservadores de los museos y los críticos.
Para un curador, preparar una exposición requiere de un proceso que pueden durar entre seis y doce meses; un conjunto de pasos de los cuales podemos señalar: contactos con los artistas y el museo o galería donde se llevará a cabo la muestra, proyecto de exposición o formalización teórica, investigación y localización de obras, exploración del espacio para ponderar número de piezas, estructura y diseño de la exposición (artístico, simbólico, conceptual, fenomenológico), relación con el personal del museo (diseñadores, electricistas, museógrafos), contacto con otros museos (o galerías, coleccionistas, fundaciones), organización del transporte y seguro de las obras, producción y mobiliario museográfico, montaje, rueda de prensa, publicidad y diseño, organización del día inaugural, clausura, memoria del evento (fotografía, vídeo, audio, entrevistas, notas de prensa, edición de catálogo y folletos), además de reuniones, llamadas, mensajes, borradores, textos y otras gestiones.
En términos prácticos, hacer la curaduría de una exhibición, es similar a escribir un cuento o pintar un cuadro. El proceso es subjetivo y objetivo a la vez. Se usan las obras y el mobiliario museográfico como si fuera un vocabulario y se combinan de manera que se pueda describir o iluminar algún aspecto de la obra de un creador o de una colección. El reto consiste en mantener el balance entre la objetividad y la subjetividad. Ambas son válidas para el curador. Una de ellas le da la distancia, la evaluación abierta y honesta. La otra le da la cercanía, la chispa propia que es personal y creativa.
Para realizar una curaduría además de analizar, describir, criticar, seleccionar la obra en cuestión, se necesita también, poner en perspectiva el carácter emocional del arte, puesto que lo emocional es la fuente más empleada por el artista y el curador está atento a eso. Lo que capta el interés del público es también lo que lo implica emocionalmente. Ello involucra por otra parte, la experiencia del curador, lo que conoce de la historia del arte y lo que ha recopilado a lo largo de los años a través de la experiencia. También son importantes “la proyección”, que significa desplegar algo en la mente, imaginar y visualizar, y “la percepción” que es una parte importante del pensamiento artístico y la manera como el público tendrá contacto con la muestra. Es deseable entonces que el curador se involucre teórica y emocionalmente con su proyecto. Esto será lo que determine el objetivo principal de su propuesta.

Manuel Velázquez
Octubre de 2012

Guardapelo. Esculturas de Abel Zavala



Guardapelo. Esculturas de Abel Zavala

Toda obra artística es intraducible a otro discurso. Miramos para descubrir, descubrimos al mirar. La frase de Frank Stella es contundente “Lo que ves es lo que ves.” Está lo que vemos, no más. O mejor, vemos lo que está y lo descubrimos a partir de formas, vacíos, estructuras, colores y materiales. En esta línea se inscribe la exposición Guardapelo, esculturas de Abel Zavala, que estará abierta a partir del 16 de noviembre en el Museo de Antropología de Xalapa. Este artista trabaja en una serie de piezas tridimensionales realizadas en tela y bordadas con pelo de perro. Son piezas que no pretenden contar historias ni hablar de algo específico, lo importante es que la obra adquiera relevancia por sí misma, por la simpleza de su forma, el aspecto matérico y la museografía. Para esto recurre a formas orgánicas simples con ligeras variaciones de tamaño, color o textura. En estas piezas las relaciones formales entre estructura, material, forma, escala, color y soporte, subrayan la suficiencia propia de los materiales usados. Desde la influencia de la estética minimalista, Zavala otorga a sus piezas una expresión plástica definida, de ahí que utilice de manera directa los materiales en su evidencia física sin ornamento alguno. Así, las cualidades propias del pelo de perro se convierten en protagonistas de la experiencia estética.
En estas obras, Zavala trabaja con formas orgánicas y estructuras sencillas, que hacen patente una construcción poética despojada de una narrativa cultural. Su producción artística es un dispositivo estético donde el sentido y significado de la obra es producto de la relación del objeto artístico con el receptor. La intención de Zavala es situar las potencialidades matéricas y visuales en su centro de gravedad, como representación del objeto en sí mismo y de sus condiciones de producción. La fisicidad de su escultura es acentuada como resultado de elegir y manipular los materiales.
Una de las principales características que definen la escultura de Zavala es el proceso productivo, la consecución formal de una factura impecable y meticulosa, que se muestra como generadora de los conceptos e ideas que dan sustento a la obra. Cada pieza, en tanto proceso, se devela como una actividad reflexiva, experimental y creativa, donde la acción física del artista en la facturación de la pieza resulta definitorio. Este proceso de producción se hace visible en su momento de exhibición. En el montaje de sus piezas la belleza del vacío y el silencio cuentan, el artista dispone las esculturas en el espacio de tal forma que logran definir intenciones constructivas o visiones específicas. El montaje hace que los materiales elegidos, las formas de producción y los procesos tengan un papel muy relevante en su discurso, y sean específicos de la intencionalidad del autor. Sus esculturas materializan ideas concretas sobre la naturaleza de lo artístico y encarnan una propuesta visual de intercambio con el espectador.
A Zavala le interesa que sus esculturas no sólo funcionen como objetos, sino, que se integren al espacio arquitectónico donde son expuestas. Así, la iluminación es un elemento importante, porque las piezas son en su mayoría monocromáticas o de colores neutros y ricas en textura. La iluminación permite que estos suaves contrastes puedan ser percibidos dentro del espacio en blanco de la galería que los contiene y articula. El sentido de todo esto es la concepción completa del carácter sensible del objeto artístico como experiencia estética.
 De esta manera, conceptos, procesos e intenciones se reformulan en una obra que apela más a la lectura sensorial que a la interpretación. Por lo que la presentación de estos trabajos muy afín a las prácticas minimalistas es fundamental. El conjunto de las piezas construyen una atmósfera que invade y apela más allá de la mirada, al tacto y al transito.

Manuel Velázquez
Septiembre 2012

Ondulaciones bajo el puente



Ondulaciones bajo el puente

Un árbol distante y solitario destacando en un horizonte dorado.
Risa en la oscuridad, Vladimir Nabokov

La exposición Ondulaciones bajo el Puente de Aurora Noreña, presente en el Jardín de las Esculturas de Xalapa (IVEC) hasta finales del mes de octubre, incluye: ensamblaje, pintura, video, escultura y un libro digital. El cuerpo de obra pertenece a una vastedad de intereses y reflexiones sobre la noción de “horizonte” que la artista viene desarrollando desde hace dos años. Diversas son las líneas de investigación y estrategias creativas empleadas, pero toda la producción comparte la propuesta de una revisión del “horizonte” como construcción cultural. El interés de la artista es un análisis al tema desde distintas perspectivas y múltiples medios, pidiendo al espectador una lectura transversal para darle sentido a la muestra.
Aurora Noreña parte de la idea “que el horizonte es un punto de inflexión entre el mundo y el sujeto, ya que acopla un exterior, esa imagen real/virtual de la lejanía extrema con la singularidad del individuo que la reconoce. Es un punto de  articulación, que lleva al individuo a plegarse sobre sí mismo y a mostrar una interioridad compleja que se corresponde sólo de manera indirecta con el horizonte divisado, ya sea marítimo, desértico o boscoso.”
Aurora Noreña entiende la escultura como una disciplina que permite manejar nociones complejas y dispersión creativa por medio de materiales heterogéneos y particulares maneras de construcción significativa. En su obra intervienen factores de todo tipo, materiales, corporales, de percepción visual. Sus esculturas mezclan productos industriales (muebles y madera) para obtener híbridos imprecisos, que terminan construyendo referencias al horizonte. En ellas, todo se torna relieve; diversas retículas sirven para plegar imágenes de objetos sobre sí mismos. La imagen se fragmenta en celdas autónomas que dan cabida a continuidades, discontinuidades y serialidades.
Para Aurora Noreña “El sujeto/observador se pliega sobre sí mismo dislocando el acto de contemplación y la percepción óptica de sus pensamientos, deseos y sensaciones. Debido a ello la imagen natural o abstracta observada en el horizonte deviene otra cosa.”
La artista explora también un tipo de “apropiación” en la pintura, recuperando e interviniendo cuadros de paisajes que recolecta de bazares o tiendas. Estas piezas podrían fundamentarse en una “naturaleza” que desconcierta, la artista interviene las “pinturas recolectadas” utilizando sólo una incisión, con esta simple acción el horizonte imaginario sigue su ritmo vital, desacelerado pero categórico y potencial. En definitiva en sus pinturas, el horizonte pierde su característica de finísima división entre cielo y tierra, entre mundo y sujeto para multiplicar todo lo que dentro de él cabe, es decir la manera en la que se piensa, siente y percibe la alegoría de la lejanía extrema. Sus pinturas son una sorprendente manera de obligar al espectador a ser parte activa de la reflexión frente al horizonte.
Aurora Noreña busca la habilidad acomodadora de nuestra percepción, creando así una estrategia de aclimatación, de inducción placentera, capaz de expresar algo más de lo que se ve en la superficie, en la armazón informativa.

Manuel Velázquez
Septiembre 2012