viernes, 22 de mayo de 2009

El origen de la obra de arte

Imagen: Manuel Velazquez y Manuel Cunjama


El Origen de la obra de arte
Reflexiones en torno al arte y la verdad según Heidegger

El presente escrito es sobre un texto que Heidegger redacto a mediados de los años treinta, titulado “El origen de la obra de arte” (traducido en Caminos de bosque, ed. Alianza, 1996).
Heidegger, como sucede con todo gran pensador, intento definir qué es la verdad y, también qué es arte. Para esto, Heidegger se plantea a la filosofía como ‘ontología’, como saber del ser (algo que alude, a un acto, una acción, un acontecer, una manifestación; “ser” es, ante todo, el aparecer de lo que aparece, aquello por lo que y desde lo cual los entes son lo que son y lo que pueden ser, ganando cada vez lo que les es propio).
Heidegger denomina al “Arte” como el origen de la obra y del artista, por lo tanto la pregunta por el origen de la obra de arte se transforma en pregunta por la esencia del arte, describe, por un lado, la pregunta sobre el arte como un círculo vicioso, donde lo que es el arte nos lo dice la obra, pero lo que es la obra sólo nos lo puede decir la esencia del arte.
El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno puede ser sin el otro. Pero ninguno de los dos soporta tampoco al otro por separado. El artista y la obra “son” en sí mismos y recíprocamente por medio de un tercero que viene a ser lo primero, aquello de donde el artista y la obra de arte reciben su nombre: el arte.
Es importante destacar que a pesar de que el artista y la obra, son necesarios, y juegan un papel importante. El centro del arte, para Heidegger, no es ni el artista, ni el espectador, ni el arte en sí mismo, sino que debe buscarse en el carácter cósico, de la obra. Es ahí donde debe buscarse el enigma de aquello que acontece como arte. Es allí en donde ha de iniciarse por tanto la indagación por su ser, por su origen.

Así, plantea que para encontrar la esencia del arte, hay que buscar en las obras de arte y preguntarnos qué son y cómo son. Por tanto, llega a la conclusión que las obras de arte son ante todo cosas.
Todas las obras poseen carácter de cosa.
Pero de inmediato añade:
Es verdad que la obra de arte es una cosa acabada, pero dice algo más que la mera cosa: es alegoría, es símbolo.
Pero, no estoy muy seguro ¿en qué consiste ese carácter cósico de la obra de arte? Yo lo entiendo de manera muy simple, como el ejemplo de la Mona Lisa que observamos en clase, en el cual, esta pintura de Leonardo da Vinci que es tan importante en la historia del arte y se encuentra fuertemente custodiada en el museo de Louvre, además de ser una imagen que vemos reproducida en miles de lugares y que independientemente de todo lo que encierra, es también simplemente pintura embarrada sobre un lienzo, que podría usarse para tapar el agujero de una casa por donde se cuela el viento.
Continuando con Heidegger, posteriormente se pregunta sobre la coseidad de las cosas y señala diferentes interpretaciones, así también, nos plantea el ser del ente y el carácter de utensilio del utensilio, que es el proceso de utilización del utensilio, más la plenitud de un modo de ser esencial del utensilio y su fiabilidad que mantiene a todas las cosas reunidas en sí, según su modo y extensión. Heidegger nos planteó la coseidad de la cosa, y todas estas cuestiones, recurriendo al famoso cuadro de Van Gogh, que muestra los viejos zapatos de una campesina. Heidegger afirma que: En la obra de arte se ha puesto manos a la obra la verdad de lo ente. En la descripción de este cuadro, nos explica que la obra de arte mostró su esencia como cosa donde el ser de lo ente alcanza la permanencia de su aparecer, es decir que los zapatos de la campesina no son sólo la descripción de los zapatos, su representación, también nos muestra su utilidad y el desgaste por el trabajo y por el uso y nos habla de la persona que los usa, en este caso una campesina, que trabaja desde que amanece y sufre de la fatiga de un día de trabajo, y así las botas campesinas son devueltas a una dimensión más esencial que los deja reposar, ser en sí mismos.
Posteriormente se cuestiona sobre las bellas artes y su carácter de representación y señala:
La obra no se trata de la reproducción del ente, sino más bien de la reproducción de la esencia general de las cosas.
Un intento de explicar esto, para mí es que la obra de arte no es, en sentido literal, una re-presentación: la representación de algo que ya estaba antes ahí. La obra de arte, para Heidegger es la presentación de algo, la apertura del lo ente en su ser, el acontecimiento de la verdad, esto es en lo que se concretaría la posible verdad del Arte. Pero a continuación se pregunta
¿Qué será la verdad misma, para que a veces acontezca como arte? ¿Qué es ese ponerse a la obra?
Muchas veces he sentido la inquietud de que una obra no se puede apreciar en su esencia, con esto me refiero a cuando Heidegger se pregunta si la obra puede ser accesible en sí misma, cuando la veo en una pared de mi casa está cumpliendo una función tal vez decorativa, si está en un museo es parte de la institución que se encarga de su cuidado y mantenimiento, si está siendo comprada es mercancía. Por tanto me pregunto si realmente puede reposar en sí misma, porque siempre está en función de algo más. Para que esto sucediera considero que debería flotar alejada de cualquier contexto ajeno a su ser-obra.
Heidegger nos propone después otro ejemplo, aún más complejo que el anterior: un templo griego. En él ocurre un levantarse de un mundo y la producción de la tierra. Nos dice que, con el templo no sólo se circunscribe lo sagrado a su espacio específico, sino que a su vez se constituye un ámbito abierto en donde adquiere sentido el destino de una comunidad histórica entera de hombres: el pueblo griego. La obra de arte es tal únicamente si abre un mundo, si deja reposar ese mundo en su pertenencia con la tierra. Tal mundo se instaura por ello sobre una materia, la roca, a la que nos remite y hacia donde se retira: la tierra.
Posteriormente, Heidegger, en su análisis del templo griego, nos explica qué considera como tierra e identifica la tierra de esta manera:
La tierra es aquello en donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge.
Esto lo entiendo de la siguiente manera, en aquello que nace, la tierra se presenta como lo que lo hace emerger y da refugio; como fundamento velado de la verdad como des-ocultamiento. En la obra de arte se abre, por lo tanto, el espacio del conflicto esencial entre el mundo (lo humano, lo artificial o cultural) y la tierra (lo natural); una lucha entre lo abierto, que solo ilumina en el marco de lo velado, y lo cerrado, que no es sino aquello que se revela como reserva. De esa forma acontece la verdad del ser del ente. Su puesta en obra como obra de arte es su pro-ducción, como un dejar delante, un despejar que se hace presente quizá como cosa inútil, pero que por su existencia, a su vez, transforma las relaciones del hombre con el mundo y con la tierra, e instaura/funda un origen.
Continuando con su texto, Heidegger, nos explica que es instalar:
Ese instalar es erigir en el sentido de consagrar. Instalar no significa aquí llevar simplemente a un sitio. Consagrar significa sacralizar en el sentido de que, gracias a la erección de la obra, lo sagrado se abre como sagrado y el dios es llamado a ocupar la apertura de su presencia.
Heidegger, señala que la verdad de la obra de arte se establece en y como una lucha, una tensión, en el seno de cada obra, entre su mundo y su tierra, siendo mundo lo desplegado por la obra y tierra lo replegado en la obra.
Alzándose en sí misma, la obra abre un mundo y lo mantiene en una reinante permanencia.
Ser obra significa levantar un mundo.
Un mundo hace mundo y tiene más ser que todo lo aprensible y perceptible que consideramos nuestro hogar. Un mundo no es un objeto que se encuentre frente a nosotros y pueda ser contemplado. Un mundo es lo inobjetivo a lo que estamos sometidos mientras las vías del nacimiento y la muerte, la bendición y la maldición nos mantengan arrobados en el ser.
Para Heidegger: levantar un mundo y traer aquí la tierra son dos rasgos esenciales del ser-obra de la obra. El Arte, dicho de otro modo, posee tanto un aspecto óntico (lo que es, el ser, ente, referente a los entes[1]), como otro ontológico (se refiere al ser de los entes). La obra de arte -dice Heidegger- no es sino una de las formas esenciales de presentarse el ser de las cosas en su verdad.
Cuando Heidegger propone vincular el arte y la verdad lo hace, redefiniendo qué es la verdad. La acepción tradicional es que la verdad es una conciliación con la realidad, pero Heidegger propone algo más radical: la de la verdad como desocultamiento. Sólo de este modo el Arte puede comparecer como uno de los modos en los que la verdad acontece.
Para Heidegger la verdad es un desocultamiento, pero a su vez la verdad es la no verdad pero no en sentido de falsedad si no como dialéctica.
Como conclusión diría que Heidegger intenta restablecer el vínculo entre el arte y la verdad, haciéndonos ver que el arte es un modo o aspecto de la verdad. Algo que, en primera instancia nos puede parecer chocante, porque contraviene algunas ideas aún vigentes; sobre el nexo entre el conocimiento y la verdad; la moral y el bien; lo bello y lo sublime. Heidegger piensa que esto no tiene por qué ser aceptado, subrayando que todo esto tiene que ser replanteado a fondo.
Para Heidegger el Arte es una fuente, porque actúa como un manantial del que brotan, obras de arte en torno a las cuales crece una constelación (que incluye a los artistas y al público, a los modos técnicos de elaboración y a los canales de difusión).
Según entiendo, el Arte no es algo, al servicio del Hombre, a su disposición como medio para llegar a ser él mismo. Más bien hay que pensar que estamos al cuidado de él, que nos corresponde cuidar de él como de algo ‘sagrado’.



[1] Óntico, tomado del Diccionario de la Real Academia Española.

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