La reconstrucción de la memoria
Litografías de Edgar Cano
Hace apenas unos días, concluyó la exposición: Sin Palabras. Ensayos de Edgar Cano, en la Galería Ramón Alva de la Canal, muestra que fue comentada en el periódico La Jornada, Veracruz, en la columna de Josué Martínez. Por lo que el presente ensayo centrará su atención en la serie: Relatos de lo urbano, litografías de este artista veracruzano radicado en la Ciudad de México, que obtuvo Mención de Honor en la Séptima Bienal Nacional de Pintura y Grabado Alfredo Zalce, de Morelia Michoacán.
Generalmente sobre la obra de Cano, más allá de su “contenido”, se suele hablar de sus efectos, de su capacidad para organizar imágenes que cuestionan la relación con lo real. Cabe entonces preguntar ¿Cómo se articulan las ideas en su obra? ¿Hasta qué punto, la inexistencia de ciertos conceptos, ciertas ideas, ciertas representaciones invalidan la posibilidad de dar un sentido a la obra de este artista?
En el arte contemporáneo, más allá de lo que se muestra o representa, parece necesario explorar también formas de hacer visible la intención del artista: significar, referir, connotar o decir sobre el quehacer propio. El prestigio de un artista descansa sobre lo que se puede ver en su obra y lo que él mismo puede decir sobre ella, sobre su competencia para hacer y su calidad para decir, sobre la propiedad de la palabra y las posibilidades de las imágenes.
No obstante, en el ámbito de la práctica artística, eso no resulta suficiente. Hacen falta formas que trasciendan la dependencia de la imagen con el contenido, la dependencia de la obra con el testimonio, la dependencia de la evocación con el concepto. Imágenes, que en el diálogo con ellas, en lugar de iluminarse en la acumulación de información, accedan a un universo de significaciones que supere el nivel de lo anecdótico. Es en ese nivel, justamente, donde se puede esperar una redistribución de lo sensible que transforme la manera de percibir y ver el arte. Si existe alguna posibilidad de arrojar nueva luz sobre el arte, si se puede pensar en otras lecturas y miradas, quizás no se debe esperar tanto de una revisión exhaustiva de las ideas y conceptos, sino, esperar más de las propias obras y de sus configuraciones estéticas.
En el caso de Cano, su obra se estructura sobre lo sensible, sobre el imperio de las formas. La serie Relatos de lo urbano, parece sofocarse cada vez más en la constante saturación de las imágenes.
En estas litografías (impresas en el taller La Ceiba Gráfica), Cano recupera imágenes producto de múltiples recortes y adaptaciones. Esta labor, que a veces corre por cuenta de un dispositivo oculto, tiene resonancias con “el trabajo de la memoria” que según funciona en una lógica similar de selección y organización. No es casual, por eso, el uso del archivo fotográfico para la elaboración de las imágenes. La gráfica de Cano no sólo traduce técnicamente un acontecimiento sino también ciertas formas de aproximarse a él.
Desde esta perspectiva, cabría repensar las formas en que se puede abordar la obra artística de Edgar Cano, producto de un fenómeno tan similar a la memoria. Decididamente, nunca dejará de ser importante adentrarse en los conceptos, en los documentos, los testimonios y los rastros de la experiencia para conocer la obra de un artista, pero cabe la posibilidad de otras perspectivas, otras miradas que permitan nuevos acercamientos. Pues, no es historia del arte la que se escribe; más bien es historia la que se hace, y después ya quizás ni siquiera es historia, sino estética.
Después de todo, la memoria no trata de recuperar el pasado (como si eso fuera posible). En todo caso, a lo máximo, puede aspirar a convocarlo desde el presente, desde el lugar que ocupa aquel que se da la tarea de invocarlo. Por otra parte, en nuestra sociedad, todo registro de imagen, es uno de los síntomas del estrechamiento de las comunicaciones y de los nexos mediáticos y personales, entre los seres humanos.
Manuel Velázquez
Xalapa, Ver., enero 2010
martes, 16 de febrero de 2010
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