domingo, 19 de septiembre de 2010

Manuel Velázquez: La forma mínima o menos es más




Manuel Velázquez: La forma mínima o menos es más
 Omar Gasca, verano 2009
Se complejiza el concepto mientras se simplifica la forma. Pero tal complejización no es argumental en el sentido de la estética de la documentación, esta idea propia de los artistas posconceptuales de justificar o legitimar la obra a partir de literatura, de premisas, datos e información explicativa. La complejización proviene de un retruécano del tipo “menos es más”, que a su vez se asociaría con alguno de los teoremas de Gödel, quizá el que afirma que “Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo”.  Algo así como “esto que estoy diciendo no es cierto”, frase recursiva que por su propia negación atrae la afirmación.  Y es que la obra de Velázquez es, efectivamente mínima, pero cada vez más visual.  Y es mínima y no minimal o minimalista, porque no se suscribe a la corriente artística que utiliza elementos mínimos y básicos, colores puros, formas geométricas simples y lenguajes sencillos con la intención de despojar de elementos sobrantes para reducir a lo esencial.  No es minimalista pero sí reductiva, aunque no reduce a lo esencial porque la cosa no tiene una esencia reconocible o porque el autor no conoce o no quiere conocer esa esencia.  Reduce, sí, pero para que la forma sea más ella misma, más contundente, más menos cosa porque menos es más.  Velázquez evita lo narrativo, lo anecdótico y lo referencial y se interesa en lo que llamaríamos la fenomenología de lo visual y en cierta clase de paradojas imprecisas al estilo de la de Russel o del barbero.  Paradoja en el sentido de circunstancias o cosas que resultan contradictorias, pero que gracias a una serie de factores se consideran válidas.  Los opuestos, el choque, los antagonismos, las falsas y ciertas antinomias, el encuentro de lo natural y lo artificial, lo artístico y lo artesanal producen una suerte de tensión que hace de materia prima de este autor, tensión que es de hecho el caldo donde se cultiva su poética, la cual es resultado también de una transformación personal, mental, que proviene del trabajo mismo pero en buena medida de la vocación por ampliar el universo propio a partir de indagaciones sobre la noción misma de artista y sobre la propia naturaleza del arte.

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