miércoles, 30 de marzo de 2011

Trazos de paisaje



Trazos de paisaje

Roberto Rodríguez (Misantla, Veracruz 1959), escultor que trabaja con formas referentes a materias terrestres: montañas, árboles, plantas y semillas. Realizó estudios en la Universidad Veracruzana, donde actualmente es investigador. Su trabajo suele ser en madera con técnicas mixtas y desde hace algunos años incursiona en la cerámica y el textil. Su trabajo es peculiar: la reflexión sobre el lugar vivido, experimentado, íntimo, permite que la arquitectura y la escultura se conviertan en paisaje; el espacio de exposición no se concibe como una condición abstracta e inmutable, sino como resultado del proceso configurativo de la obra. Sin reproducir la naturaleza, sus piezas encierran la emoción que ésta produce, y son expresión y reflexión de su memoria.
Las obras aquí presentadas muestran en una amplia variedad de formatos y materiales, el carácter íntimo, privado, evocador del paisaje. Sus esculturas, pintadas con trazos espontáneos y con colores de una peculiar paleta, configuran un interesante repertorio de imágenes y son ejemplos de una constante búsqueda por el tratamiento de las superficies. Desde principios de los años noventa, ya se observa en su obra un acercamiento a lo orgánico y a la abstracción, en aquel entonces el artista investigaba imágenes tridimensionales (esculturas) que pudieran expresar de forma simbólica el proceso de fertilidad de las plantas. Posteriormente, aparecerán materiales de carácter orgánico, como madera, piel, huesos y fibras; elementos que dan paso a texturas, ornamentos y pátinas. Después su obra se hace más sintética; casas, surcos, senderos, caminos y montañas acaban condensados en trazos, líneas, tramas y signos.
En esta exposición, coexisten elementos tomados de la tradición, con otros aportados por el arte contemporáneo occidental. Para Rodríguez la aceptación de lo propio y lo ajeno, en una época en la que algunas cosas cambian y otras se conservan, refuerza la idea de "mixtura" no siempre previsible y armónica, que es el resultado de viejas y nuevas prácticas artísticas. En esta idea de mixtura, nociones como identidad, alteridad, diferencia y singularidad se convierten en un modo de reinventar la escultura. Así, la obra de Rodríguez, depurada y profunda, se encuentra al margen de corrientes, tendencias o movimientos artísticos, condición que le ha colocado en una posición distanciada de las propuestas centralistas y homogéneas. Su búsqueda continua de un lenguaje escultórico personal ha contribuido al reconocimiento de su obra, que se sitúa entre las más destacadas del panorama escultórico nacional.

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