lunes, 17 de agosto de 2009

Cómo perder un camello en el desierto


Reflexiones sobre la exposición Ballenato Nonato, pinturas de Israel Barrón

En la actualidad, cuando nos enfrentamos al análisis de la obra de un artista, la primera pregunta que salta es ¿Qué punto de referencia tomar?
Esto pasa quizás porque los artistas pop y minimalistas desarmaron la narrativa tradicional, rechazaron la definición del arte como objeto sagrado, se revelaron contra su estatus y minaron los criterios de calidad para su estudio.
Se experimentó con los límites, a tal grado que una obra ya no puede concebirse como fenómeno aislado que sigue sus propios imperativos ajena al mundo exterior y al propio mundo del arte.
Actualmente, debemos asumir que el arte surge como respuesta a fuerzas externas e internas (por ejemplo: cambios tecnológicos o la influencia de los medios masivos de comunicación o intereses formales y visuales). Como lo sugirió Lyotard, la narrativa maestra se ha sustituido por muchas narrativas que pueden solaparse pero no tienen por qué coincidir.
Así, intentando explorar una respuesta ante la pintura de Israel Barrón, se abren dos posibilidades:
La primera posibilidad se mueve dentro de los referentes más influyentes del arte contemporáneo: arte & cultura de masas y arte & objeto cotidiano.
Estos conceptos están descritos por Eleanor Heartney, en el primer caso, como la persistencia dentro del arte contemporáneo, después de Andy Warhol, por abordar temas relacionados con la cultura de masas, la realidad globalizada y mediática, y la relación entre realidad y tele-realidad. En el segundo caso, nos avisa que se trata, a partir de los readymades de Duchamp, de la redefinición del arte como algo semejante a cualquier objeto cotidiano, cuya situación se observa en el uso que artistas contemporáneos hacen de objetos industriales y encontrados, y cuya huella se aprecia en el interés que éstos sienten por definir cómo el contexto determina el significado.
En el caso de la obra de Israel Barrón los cuadros están compuestos por juguetes propios de los cómics y de las teleseries, objetos que nos hablan de una producción industrial, pero que por lo menos en apariencia están dotados de ánima. Son objetos que recupera de tiendas y bazares de segunda mano, y que utiliza como personajes importantes en sus obras. Estos objetos se nos presentan con fondos de colores planos, en una especie de soledad y abandono.
Las personas en sus obras han sido sustituidas por imágenes características de la sociedad posindustrial en la que vivimos. Sin embargo, estos juguetes parecen conectarse con relaciones concretas o con causas y consecuencias. En este sentido, se han convertido en signos de un mundo dominado no por personas y acciones reales, sino por meras simulaciones. El tímido armadillo amarillo atisba desde su semilla-coraza los posibles peligros del mundo exterior.
La celebración de objetos o juguetes, que se consideraban fuera de los parámetros de la apreciación estética dentro del arte tradicional, vinculan su obra a las contribuciones de Warhol en el arte contemporáneo. Barrón ha captado ese infantilismo de la cultura de nuestros días: la añoranza de una eterna niñez y la visión de que los años nos alejan del paraíso. Los muñecos parecen símbolos de esa niñez perdida ¿Miedo a crecer? ¿Síndrome de Peter Pan? Quizá.
En las obras, también aparecen frases, textos completos que rompen el proceso habitual de lectura visual de una obra plástica, de tal modo que dejan de ser vínculos transparentes entre imagen e idea. Los espacios que ocupan recuerdan a los subtítulos de las películas o a las historietas populares, pero el significado del texto no permite una mejor comprensión de la imagen, sino que altera o dispersa el sentido de la misma.
Imágenes y textos confunden adrede, así en una de las pinturas: un burro de plástico se pregunta cómo perder un camello en el desierto. La trampa consiste no en lo absurdo de imagen y frase, sino en lo paradójico que resulta el intento de buscar un sentido en esto. La pintura es un retruécano discursivo, una artimaña que permite al espectador ver lo absurdo que resulta a veces la búsqueda de significado.
Este artista ha vinculado su estilo a la nueva corriente realista pero sin apegarse de todo a ella, pues la marca del pincel y el gesto expresivo se asoma en sus obras. La factura de sus piezas es poderosa, la habilidad adquirida como ilustrador se denota no sólo en el trazo sino en el tratamiento de las imágenes. Israel apuesta una vez más por la pintura y por su forma más tradicional: la representación figurativa.
El legado de los readymades de Duchamp en sus pinturas es más complejo de definir. Por un lado Barrón no presenta los objetos tal cual como obras de arte; por otro lado, como se sugiere anteriormente, presenta muñecos vulgares como una prueba que el objeto más humilde puede ser de interés para el arte. Tal actitud tiene mucho en común con el dadaísmo y con Duchamp: la idea de que el arte no reside en el objeto, sino en el significado que éste puede generar.
La segunda posibilidad para intentar una respuesta ante la obra de este artista se presenta cuando lo interrogamos sobre su trabajo, esboza una sonrisa y responde que el tema principal es la memoria.
¿Pero de qué memoria estamos hablando? ¿De una memoria personal o inventada?
La memoria funciona como un pretexto para comprender la interioridad, pues la memoria, presupone la idea de que el sujeto entra en el mundo desde sí mismo, desde sus recuerdos. Recordar es una tarea donde el que reflexiona se proyecta vitalmente sobre hechos pasados y los maneja con “familiaridad”. Una cosa es hablar de una historia imaginada, otra es la vivencia.
La memoria en los cuadros de este artista funciona como detonador de nuevas lecturas, una trampa con la que busca invitarnos a escudriñar sus obras. Al intentar esto se explica al otro pero se comprende a sí mismo.
La ironía no está exenta en su obra, la introspección que significa recordar, permite al artista burlarse de sus propios recuerdos y volver a jugar: el Mil Mascaras finalmente tras las rejas.
La imaginación de este artista nos ofrece imágenes de lo cotidiano en situaciones que constituyen una plataforma para verlas de otro modo. Así, sus pinturas son el resultado de un proceso activo donde los muñecos se sitúan en contextos sin sentido, son la formulación de un mundo donde su comprensión empieza por lo absurdo.

Manuel Velázquez
Xalapa, Veracruz
Agosto 2009

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