Apropiación, simulacro, intertextualidad y nueva realidad en la obra de Mariana del Campo
La práctica artística de Mariana del Campo está vinculada a procedimientos propios de la re-fotografía; obsesión por la imagen en su “artificialidad” fotográfica. Fotografías de fotografías, re-fotografías que se convierten en signo del agotamiento de la imagen; incapaz de reflejar lo real, condenada a repetirse al infinito. Desaparición de la noción de originalidad y creatividad artística.
Un gesto del discurso anónimo de nuestra era; la desaparición del aura en la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, señalada por Walter Benjamin.
En su próxima exposición en el Jardín de las Esculturas de Xalapa, Mariana se apropia no solamente de imágenes u objetos provenientes del mundo del arte o del consumo, sino también de algunas teorías que intentan dar cuenta de la creciente complejidad del universo de imágenes generadas por internet. Se apropia de todo: “rapta” fotografías, ilustraciones, diseños, carteles, publicidad y textos. Su obra es la traducción en el discurso fotográfico del grado Xerox de la cultura; la copia de la copia, la puesta en escena de la simulación como modus operandi, que se convirtió en el procedimiento preferido de una serie de artistas de comienzos de la década de los ochenta; a raíz de la exposición colectiva titulada Pictures, en la cual participaron Troy Brauntuch, Robert Longo, Sherrie Levine y Cindy Sherman en la ciudad de Nueva York. Este movimiento refutó la idea del creador único, afirmando que el mundo contemporáneo es una gran fábrica de producción y reproducción de imagen y de cultura. Por tal motivo tomó el nombre de la compañía más grande de copiado de aquella época: Xerox.
Mariana, utiliza la fractalidad dentro de la simulación, sus imágenes se reproducen dentro de sí mismas una y otra vez, utilizando como medio el collage digital. La dirección principal es el movimiento, el juego, la nostalgia y el azar. Se trata también de traslados, interpretaciones, paráfrasis o parodias, mediante las cuales su trabajo mezcla lo pensado y lo expresado, lo visto y la ilusión. Las re-fotografías de Mariana dan cuenta de un universo donde las referencias y los referentes han desaparecido, es paradójico pensar en sus imágenes como una práctica artística relacionada con la memoria. Sus obras transversalmente son referencia del pasado y al mismo tiempo simulacros. Copias de copias, mapas de mapas, cartografía de una memoria inexistente pero presente. En un proceso que afecta no sólo a las imágenes, sino a su propia recepción; termina afectando no sólo al universo del creador sino a las propias imágenes que lo narran. El sentido evocativo estimula al receptor con asociaciones diversas, a modo de una obra abierta en la que no existe literalidad y donde la experiencia, cultura e imaginación del espectador serán los factores que, desde lo conceptual y lo perceptual, permitan una interpretación a partir de la imagen. Un pastiche digital que se asocia con la manipulación, la introspección y la incorporación de diversos planos de realidad. Pareciera que detrás de las imágenes sólo encontramos otras imágenes, una deriva que tiene mucho que ver con procedimientos de cita o de parodia. El concepto de simulacro en la obra de Mariana permite repensar el sentido de realidad, una realidad que se confunde y se torna indiscernible. Parafraseando a Barthes, “a lo que nos enfrentamos es a la simulación como procedimiento”.
La obra de Mariana, está vinculada a un espacio donde la apropiación clausura a la representación sustituyéndola por la intertextualidad. Mariana, genera efectos referenciales que no son más que un simulacro, en el sentido deleuzeano "El simulacro no es una copia degradada; oculta una potencia positiva que niega el original, la copia, el modelo y la reproducción." Un efecto perverso en términos de referencialidad, ya que estas imágenes nos invitan una y otra vez a especular más allá de la lógica de la representación; en un juego de referencialidad pero con ausencia de referentes. La imagen, nos remite a su propio carácter de simulacro. Paradójicamente, es una especie de metalenguaje poético, que nos confronta con el objeto perdido, con el objeto del deseo.
Manuel Velázquez
Xalapa, Veracruz, Mayo 2011
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