Guardapelo. Esculturas de Abel Zavala
Toda obra artística es intraducible a otro discurso. Miramos para
descubrir, descubrimos al mirar. La frase de Frank Stella es contundente “Lo
que ves es lo que ves.” Está lo que vemos, no más. O mejor, vemos lo que está y
lo descubrimos a partir de formas, vacíos, estructuras, colores y materiales.
En esta línea se inscribe la exposición Guardapelo, esculturas de Abel Zavala,
que estará abierta a partir del 16 de noviembre en el Museo de Antropología de
Xalapa. Este artista trabaja en una serie de piezas tridimensionales realizadas
en tela y bordadas con pelo de perro. Son piezas que no pretenden contar
historias ni hablar de algo específico, lo importante es que la obra adquiera
relevancia por sí misma, por la simpleza de su forma, el aspecto matérico y la
museografía. Para esto recurre a formas orgánicas simples con ligeras
variaciones de tamaño, color o textura. En estas piezas las relaciones formales
entre estructura, material, forma, escala, color y soporte, subrayan la
suficiencia propia de los materiales usados. Desde la influencia de la estética
minimalista, Zavala otorga a sus piezas una expresión plástica definida, de ahí
que utilice de manera directa los materiales en su evidencia física sin
ornamento alguno. Así, las cualidades propias del pelo de perro se convierten
en protagonistas de la experiencia estética.
En estas obras, Zavala trabaja con formas orgánicas y
estructuras sencillas, que hacen patente una construcción poética despojada de
una narrativa cultural. Su producción artística es un dispositivo estético
donde el sentido y significado de la obra es producto de la relación del objeto
artístico con el receptor. La intención de Zavala es situar las potencialidades
matéricas y visuales en su centro de gravedad, como representación del objeto
en sí mismo y de sus condiciones de producción. La fisicidad de su
escultura es acentuada como resultado de elegir y manipular los materiales.
Una de las principales características que definen la
escultura de Zavala es el proceso productivo, la consecución formal de una
factura impecable y meticulosa, que se muestra como generadora de los conceptos
e ideas que dan sustento a la obra. Cada pieza, en tanto proceso, se devela
como una actividad reflexiva, experimental y creativa, donde la acción física
del artista en la facturación de la pieza resulta definitorio. Este proceso de
producción se hace visible en su momento de exhibición. En el montaje de
sus piezas la belleza del vacío y el silencio cuentan, el artista dispone las
esculturas en el espacio de tal forma que logran definir intenciones
constructivas o visiones específicas. El montaje hace que los materiales
elegidos, las formas de producción y los procesos tengan un papel muy relevante
en su discurso, y sean específicos de la intencionalidad del autor. Sus
esculturas materializan ideas concretas sobre la naturaleza de lo artístico y
encarnan una propuesta visual de intercambio con el espectador.
A Zavala le interesa que sus esculturas no sólo
funcionen como objetos, sino, que se integren al espacio arquitectónico donde
son expuestas. Así, la iluminación es un elemento importante, porque las piezas
son en su mayoría monocromáticas o de colores neutros y ricas en textura. La
iluminación permite que estos suaves contrastes puedan ser percibidos dentro del
espacio en blanco de la galería que los contiene y articula. El sentido de todo
esto es la concepción completa del carácter sensible del objeto artístico como
experiencia estética.
De esta manera, conceptos, procesos e intenciones
se reformulan en una obra que apela más a la lectura sensorial que a la
interpretación. Por lo que la presentación de estos trabajos muy afín a las
prácticas minimalistas es fundamental. El conjunto de las piezas construyen una
atmósfera que invade y apela más allá de la mirada, al tacto y al transito.
Manuel Velázquez
Septiembre 2012
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