Metales
de Antonio Caloca
La
obra del joven Antonio Caloca se basa en la experimentación y en un ejercicio
de introspección; esa imbricación íntima con las cosas, sus representaciones,
sus símbolos, su existencia discursiva. Caloca realiza una serie de fotografías
de pequeños objetos metálicos. El objeto fotográfico elegido es una pieza de
metal, un acercamiento que nos sorprende por lo imprevisto, por la
resignificación del objeto mismo, envejecido por el implacable paso del tiempo,
lo que a la vez le otorga una dignidad de objeto ritual.
La
obra de Caloca presenta elementos vinculados con lo que ignoramos; lo que
existe y no nos damos cuenta. El autor nos habla de la pérdida de la capacidad
de asombro. Su obra articula las relaciones entre lo visible y lo invisible, lo
que se oculta y lo que se da a ver, lo que se puede decir o nombrar y lo que
permanece en las penumbras del lenguaje. El ejercicio fotográfico supone un
dispositivo que permite hacer visibles aquellos detalles que ignoramos.
A
lo largo de los últimos meses, el trabajo de Caloca ha girado en torno a dos
líneas generales de investigación. La primera, de orden estrictamente técnico,
tiene como principal propósito la experimentación con la fotografía, el método
que utiliza tiene que ver con enfocar cosas muy pequeñas sin necesidad de usar
un lente especial macro; desenrosca y voltea el lente, literalmente lo usa al
revés. Con esto ha logrado una eficaz síntesis de recursos, combinado con
procedimientos de impresión digital en papel fotográfico, lo que permite
obtener resultados acordes a sus propósitos plásticos. Recurriendo a técnicas
de registro digital de alta resolución, este artista ha podido sacar texturas y
formas con extrema fidelidad y gran riqueza visual. Cada imagen es de
aproximadamente de un metro por un metro veinte centímetros.
Por
otra parte, Caloca toca el tema de la memoria y el olvido como fundamento de su
discurso artístico. Lo que aparentemente conocemos pero también ignoramos de un
objeto, o de nosotros mismos. Opta por un tratamiento iconográfico de tono
bajo, en el que su narrativa es expresada de manera oblicua, elegante, austera
y poética. Su obra es una exaltación de lo pequeño, del desgaste y la
oxidación.
La
obra de Caloca es más de seducción estética que de convencimiento
argumentativo; es por ello que sus fotografías no nos ofrecen de manera directa
otra cosa que no sean las propiedades plásticas de un objeto. Por otra parte,
el sobrio manejo del color le confiere a sus piezas una apariencia cercana a la
abstracción. La expresión general es de un mensaje austero, cuyas posibilidades
de interpretación se dan en la medida en que el espectador es sensible a la
imagen. La combinación de permanencia y fugacidad, peso y ligereza de cada
fotografía sugiere su propio ser; los límites dentro de los cuales se mueve.
Los
objetos seleccionados no quieren decir algo literal, no remiten a un
significado como un signo, sino que se muestran al observador, el cual se ve
obligado a detenerse delante de ellas y reflexionar. Los objetos fotografiados,
no están realmente ahí, es decir, no manifiestan una auténtica presencia, sino
que sólo surgen como ellos mismos cuando se les observa, cuando se les recupera
del olvido.
Manuel Velázquez
Noviembre 2012
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