lunes, 8 de diciembre de 2008

Manuel Velázquez, lo primitivo y lo Contemporáneo en el siglo XXI


Manuel Velázquez, lo primitivo y lo Contemporáneo en el siglo XXI
(Una Permanente Noción de Actualidad, inclusive en el Prólogo Interactivo)

En algún punto coyuntural de la realidad, lo primitivo se proyecta hacía el futuro. Tales son las contradicciones que habitan este presente, activadas por magnéticos resortes. En el esquema de las categorías estéticas, lo arcaico y lo primitivo tienen sentidos diferentes. Una obra arcaica no interesa, es decadente, se autoconsume. Por el contrario, por su vitalidad o por su ingenuidad, por sus aspectos míticos o por su saludable frescura, una obra primitiva sí interesa. Esto no es una ilusión ni es sólo cuestión de adjetivos, es algo sustancial, conceptual y con una incidencia temporal muy profunda.

La Modernidad y lo Primitivo coinciden en la obra de Manuel Velázquez. Aunque aparentemente son situaciones heterogéneas, antagónicas e incompatibles. El motor que las engendra está calibrado por una permanente noción de actualidad. Esta noción de actualidad es tanto inconsciente como cotidiana, tan aleatoria como infinita y tan sutil como provocadora. Hay aspectos que perciben y comprenden a través de lo racional, otros parecen provenir de afanes puramente artísticos, pero nada sucede de manera aislada en este mundo que, mientras tanto, sólo se configura en una relación estrecha e innegable entre el Hombre y Naturaleza.

Los artistas jóvenes que admiran, estudian y realimentan la percepción de las fuentes originales con lenguajes actuales, construyen un puente histórico. Es una reactualización, es una situación en constante movimiento. Podría decirse que es un edificio que si bien se habita nunca se termina de construir, está en gestación y parto permanente. A modo de paradigma, se mencionan dos situaciones para comprender y valorar las relaciones entre primitivismo y modernidad, mismas en las que se inscribe este artista. Una, la arquitectura antisísmica; dos, el trabajo con la materia (llámese barro, pigmento o ideas). En esta comparación, la arquitectura antisísmica incorpora las condiciones –originarias- de la naturaleza en la que le toca vivir; y se actualiza constantemente en pos de la capacidad de resistir cada vez más y mejor a la acción geofísica. ¿Cómo hace esta disciplina para resolver las citadas cuestiones? A través de las experiencias de la historia de la arquitectura y por medio del uso de materias cada vez más recientes/ contemporáneos/ diferentes/ modernos.

Se incita al lector articular por su cuenta la comparación con “la materia”. Un prólogo interactivo es componente imprescindible de esta época. Se pueden seguir los parámetros señalados para la arquitectura antisísmica aunque sin duda, las experiencias universales y personales pueden dar un rico juego solitario o grupal. Y ser una incitación a ver la exposición de manera personal y dinámizante.

Que se sucedieran diversos estilos a lo largo de la historia del arte no se debe a fracasos ininterrumpidos, sino a desarrollos continuos de diversas magnitudes y direcciones. Recordemos que a mitad del siglo XX, el artista sale del marco y del cuadro, excede la tridimensional de la escultura, usa el lápiz sobre la tela desnuda y toma el espacio de una galería o de un museo como una totalidad. También desarrolla un nuevo vocabulario plástico que se expande sin negar los términos y acuerdos anteriores, mismos que activa y expande – como se dilataron nuestros sentidos con los exterminios masivos, el rock, los aviones supersónicos y las agresiones a la naturaleza. Confrontando por las experiencias de la guerra que niegan la vida y la libertad, el artista escapa por los poros de la formalidad, niega la reiteración, establece en sus territorios la incertidumbre y el cambio. Así surgen las Acciones, las Instalaciones y la integración de lo efímero y del cuerpo como herramientas estéticas.

En un ciclo irreversible cada tormenta trae aparejada la calma, y cada movimiento artístico incluye en su seno el surgimiento de su contraparte. Y... retorna la pintura – pintura sin ser la misma de antes. Esa misma “tormenta” remueve la arena, reacomoda las piedras, revela las erosiones que dejan al descubierto los orígenes. ¿Los orígenes vistos una vez más? Sí, ya no son los mismos, están ante nuestros ojos y nosotros no somos los de entonces no lo es nuestro entorno social, los vemos con otros ojos. Son miradas de otras generaciones que honran y renuevan la tradición; son..., somos otras mentalidades, otras inquietudes y otros destinos.

A Manuel le ha tocado vivir dos momentos artísticos de crisis sucesivas y diferentes: la posmodernidad y la deconstrucción. Él enlaza caminos con las rutas primitivas. La magnitud del trabajo no lo amedrenta. Es un sólido maestro y organizador institucional. Como escultor toca la madera con pasión y distancia, la trabaja por lo que la madera es y por lo que simboliza, la muestra y también la trata como soporte de intensos rojos, verdes y amarillos, llegando hasta una paleta oscura. No están ausentes el color negro y el humo, el patinado y el astillado, el tallado y el pulido, como en una de sus instalaciones de más de cien tótems de perfil delgado, con caladuras antropomórficas, de un promedio de dos metros veinte de altura. La obra bidimensional sobre papel, tela o madera plantea una legible mitología propia engarzada en las herencias culturales, en ocasiones llevada a situaciones extremosas. En las obras sobre papel, Velázquez desarrolla técnicas mixtas que parecen superficies hechas de material flexible – natural o sintético. Con andar pausado pero profundo va el artista a la obra y crea, capa tras capa, esas “pieles” pictóricas muy elaboradas. En la composición de las obras, se pone de manifiesto lo primitivo enlazado con lo contemporáneo. Algunas pinturas tienen muchos factores visuales, otras son más despojadas. La figura humana aparece en rangos autobiográficos, ilusionísticos, críticos, míticos, aborígenes y religiosos. Una de las claves en las obras de Manuel Velázquez es que los personajes expresan una distancia entre la vida y la pintura. El artista también introduce animales y formas diversas en sus conjuntos que son mayormente de dimensiones generosas. Las imágenes parecen ser los sujetos de cada obra, pero la elaboración matérica tiene su decir de belleza y magnitud.

Graciela Kartofel
Xalapa, Nueva York, 2001


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